miércoles, 29 de diciembre de 2010

LUNAS ÁRABES PARA AMINA





La voz de Amina era una cascada de susurros, narrando en dialecto bereber el cuento de la mujer que se convirtió en estrella por tan lejos de su amado estar y cada noche, su melancolía a las estrellas, dirigirle las eternas miradas de su andar.

Acostados todos sus nietos, nietas y nueras alrededor de ella el tiempo parecía detenerse en ese preciso instante en que la Luna llena se instalaba enfrente de nosotros/as para escuchar a Amina contar sus historias árabes de las mil y una noches, cómodamente acostados sobre las gruesas alfombras árabes hechas por ella misma y abrigados hasta los ojos con las no menos gruesas mantas de lana de oveja. Los más pequeños se iban embelezando y, a medida que el cuento se iba acercando al final, caían dormidos profunda y plácidamente. Amina les acariciaba el cabello a la vez que contaba sus cuentos y mi fascinación por esa Madre y Abuela no parecía tener fin nunca. Era increíble cómo esa mujer de ya algo avanzada edad, podía haber sufrido tanto durante toda su vida y aún así seguir levantándose cada día a las cinco de la madrugada, con la noche aún, para hacer ella misma el pan y la mantequilla de cada día, atender y cuidar de todos sus nietos, soportar estoicamente todas las cargas que sobre sus espaldas pesaban desde siempre (ir a buscar el agua caminando hasta el único pozo de agua potable a seis kilómetros de distancia del hogar, doce kilómetros en total con ida y vuelta cargando sobre su cabeza un gran bidón de agua). Para luego ir al mercado, a toda prisa y con la mirada siempre puesta en el suelo para que sus ojos, árabes, no se tropezaran con los de nadie. Con sus gafas de sol aún a las siete de la mañana cuando los rayos del Sol aún no han despuntado, para poder tener la excusa de mirar al frente por la calle sin que su marido le recrimine no ir mirando al suelo para que nadie se tropiece con sus ojos. Nunca dejaré de preguntarme por qué los hombres árabes tienen tanto temor a descubrir a sus mujeres, saben del poder que ellas albergan, saben de la fuerza de sus ojos árabes, saben del hechizo de sus cabellos negros,..., por eso las tapan. Por eso las anulan. A Cleopatra nadie la anuló jamás, tras ella todas las mujeres árabes fueron tapadas u obligadas a taparse.

Lejos de nuestra ubicación, el marido de Amina - Ahmed- con sus amigos fumaba el Kifi tradicional en la zona (todos los adultos sin excepción, hasta los más ancianos, fuman Kifi). Imagino que el deterioro de sus dentaduras tiene que ver con ello. Del mismo modo que supongo que el ambiente bohemio de Marruecos tiene que ver con ese olor que lo inunda todo: el Kifi. Se les escuchaba con sus risas estrepitosas. Las risas así en las mujeres estaban mal vistas. Sólo reían así las prostitutas de la capital.

El verdor oxigenante de los paisajes diurnos se convierte en un manto de vegetación casi asfixiante por las noches. Las plantas de Kifi, por doquier, parecen oler más fuerte por las noches. Los insectos voladores compiten por posarse en nuestras pieles, las mantas gruesas son nuestros escudos. Amina, de vez en cuando, me dirige miradas cómplices y asiente con la cabeza ante mi concentración en su escucha. Ella se esfuerza porque aprenda su idioma, yo me esfuerzo por no dejar de tener interés pro aprenderlo.

En un momento de su narración, se detiene. Abro los ojos, ¡yo también me estaba quedando dormida ante el hipnótico susurro de su voz! Amir abre los ojos conmigo y miramos ambos a la misma dirección: Amina. Ella nos sonríe. Acaricia primero el rostro de su pequeño nieto, luego el mío. Mete sus dedos entre mis cabellos y me dice que Dios me bendiga. Pasa sus dedos por mis párpados y cierra mis ojos. Entonces caigo en el más profundo y plácido de los sueños.

A la mañana siguiente despertamos sus nueras con nuestros hijos; nietos y nietas de Amina. Todos entrelazados unos con otros, abrazados con una sonrisa de oreja a oreja. Las alfombras árabes sin duda alguna son el mejor de los colchones cuando de dormir bajo el cielo estrellado de primavera, en el patio de una casa árabe, se trata. El olor del pan y de la mantequilla casera recién hechos y del té verde servido en las respectivas tazas y vasos árabes de horror vacui repletos ( horror vacui es la denominación que recibe en Arte la decoración árabe, no dejando ni un espacio sin rellenar pues los/las árabes tienen miedo al vacío en cuanto a diseño estético se refiere ). Un desayuno en armonía y paz. En uno de esos escasos momentos, en este garimatías de mundo en que vivimos, de unión y bienestar.

Amina, siempre Amina. Amina y sus historias árabes aún siendo analfabeta. Amina, siempre Amina, psicóloga y enfermera que parió ella sola a sus nueve hijos en la más estricta soledad de su cocina árabe. Amina, siempre Amina, la joven bella bereber que fue vendida por su padre a un comerciante negro yemení cuando sólo contaba con 14 años. Amina, siempre Amina, la que ha visto como sus hijos han crecido, unos se han transformado en hombres rectos y de bien, otros se han ido al extranjero para corromper sus cuerpos, almas y vidas, los otros arrepentidos han reconvertido su vida, pero también los ha extraviado, perdido tal vez para siempre con el dolor que ello conlleva. Amina, siempre Amina, a quien nunca nadie escucha porque no puede tener la oportunidad de hablar. Amina, siempre Amina, a quien nadie mira porque no la dejan levantar la vista del suelo. Amina, siempre Amina, la mujer madre y abuela que me puso una maleta en la mano para recordarme cuál era el mundo del que yo vine y al que ella quisiera, tal vez, solo por un día poder pertenecer. Amina, siempre Amina, ..., aún te lloro Amina.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

AMOR DE HUMANOS


Admiro a las personas que aplican el principio de: Donde fueras haz lo que vieras, esas personas ciudadanos/as del mundo cuyo amor universal es tal que cuando emigran se integran en la nación que los acoge.

No podemos juzgar a los demás porque todos somos emigrantes de paso en este planeta Tierra. Y, como decía Charles Darwin: La tierra no es del hombre, el hombre es de la tierra.

Nunca se sabe cuáles serán los designios y giros del destino, tal vez esa persona que tanto critica y mira con desdén a los extranjeros se vea abocada en un futuro a ser extranjero/a y a ser tratado/a con desdén por los nacionales del país al que va.

Dios, Allah, Gran Espíritu, El Creador,..., o como le designes según tu credo y/o cultura, nos creó a todos/as en diversidad perfecta. No nos atrevamos a criticar despectivamente la Obra Divina. No nos atrevamos a malograr nada de su Creación pues todos/as somos hijos/as de Dios y todos/as merecemos ser tratados con el máximo respeto sólo por eso, por ser Hijos de Dios.

El Sol sale cada día para que nos veamos, para que nos miremos, para que nos observemos con amor. Hay quien dice que no sabe para qué sale El Sol si los seres humanos han dejado de mirarse y, si lo hacen, lo hacen con odio, con desdén, con envidia, con rencor, con maldad. Pese a todo, aún sigo creyendo en El Ser Humano y su Amor Infinito. El mundo, con todas sus miserias, es un lugar hermoso. No podemos dejar de ver el brillo de cada cosa, por pequeña que sea. Alza la vista a tu horizonte ahora mismo y pon luz a través de tus ojos a todo lo que mires. Verás como las flores lucirán más bellas, el cantar de los pájaros no te pasa inadvertido, el viento entre las ramas hace una melodía hermosa y tranquilizadora, el sonido del Mar se convierte en el sonido del torrente sanguíneo de todos los seres humanos de nuestro bello planeta Tierra.

Si sale El Sol cada mañana es por y para nosotros/as todos/as. Para que nos veamos con amor, contemplemos y observemos con empatía, aprendiendo a valorar cada detalle del prójimo. Porque, al fin y al cabo, hay más cosas que nos unen de las que nos separan.

Las fronteras entre países, no lo olvidemos, no existen. Han sido creadas por el ser humano. La tierra no nos pertenece, nosotros/as pertenecemos a la Madre Tierra como estructura suprema de la Creación Divina, de la que venimos y a la que vamos. Hagamos que el viaje de nuestras vidas tenga una trayectoria hermosa pues no importa el destino final sino la trayectoria que en ese viaje sigamos. Para todos/as, esta vida material se acabará tarde o temprano, nos llevaremos de esta vida sólo los momentos de amor, de paz, de tranquilidad, esos momentos en los que hemos dado más de lo que hemos recibido obteniendo así la máxima felicidad. Nos llevaremos el llanto de nuestro hijo recién nacido y la felicidad de ver su rostro por primera vez, nos llevaremos las lecciones que nuestros hijos nos dan,ese primer beso, ese adiós que nunca olvidaste, ese amigo o esa amiga con quien nunca desconectaste pese a que el sino les llevara a vivir lejos y dejarse de ver,los bellos momentos de inocencia de nuestra infancia donde no teníamos prejuicios ni juzgábamos a nadie despectivamente, nos iremos a la otra vida espiritual con el alma y el espíritu amoldado según lo que hayamos protagonizado en esta vida material.

Me gusta ver el mundo como un habitáculo inmenso lleno de posibles amigos/as eternos/as, al margen de razas, religiones y credos.

¡Ciudadanos/as del mundo todos/as! Unidos/as por el mismo propósito: Vivir y dejar vivir, en amor, paz y prosperidad. Se trata de corresponsabilidad social mundial, y en ello tenemos que trabajar colectivamente todos los cuidadanos/as del planeta tierra. Porque los problemas de las demás naciones y sus nacionales, tarde o temprano, serán nuestros propios problemas. La Tierra es redonda (achatada por los polos, ya sabemos, pero redonda al fin y al cabo) porque es la forma que aúna, no es triangular donde habría jerarquía, ni cuadrada, es redonda para unir. Y, así, unidos todos, vivamos como Humanos, seres supremos de la Creación Divina.

Ana Nayra Gorrín Navarro.

Miércoles, 8 de diciembre de 2010.