viernes, 26 de junio de 2020

En modo hippy por cuestión de supervivencia



Por mera cuestión de supervivencia, me he puesto en modo hippy. Estoy durmiendo un montón, no tengo mucha consciencia de en qué día estamos y he desconectado de preocupaciones pues mi hijo ya ha acabado el curso escolar con éxito y hasta que no vuelvan a activarme laboralmente estoy en una especie de limbo vacacional, que si este periplo no lo vivo como si fueran vacaciones (especialmente ahora que he acabado el curso académico en la EOI Los Cristianos) me acabará mordiendo la depresión. 



He acabado de escribir mi quinta novela, veremos qué pasa con ella en 2021. Cuando terminas de escribir una novela te quedas en un estado anímico especial, te sientes como vacía. Y ahora mismo he de vivir este vacío y dejar que todo fluya, soltar y dejar ir. Poco a poco iré nutriéndome de nuevas sensaciones, experiencias,..., y me llenaré de nuevo de inspiración para escribir otra novela. 

He leído muchísimo durante los meses de marzo a junio, prácticamente todos los lanzamientos de escritores famosos y los libros más vendidos del momento,  he pasado muchas tardes en la playa con amigas mientras mi hijo hacía lo mismo con los hijos de ellas pues tenemos la dicha de compartir amistades (las madres de sus amigos son amigas mías), de vez en cuando las sigo pasando aunque como me cansa asarme bajo el sol abrasador sobre la hirviente arena volcánica, voy haciendo descansos -mi piel es muy blanca y sufre mucho bajo el sol-. He hecho varios intentos de dieta, ejercicio diario y todo eso de la vida sana pero al final vuelvo al punto de partida siempre. Como quien quiere dejar de fumar y no lo consigue. ¡Si me dejo dormir por las noches soñando con el momento de despertarme, hacerme un cafecito alemán largo con una nube de leche y tres tostadas crujientes de mantequilla y mermelada de fresa! No lo puedo remediar, ¡¡me encanta masticar y morder!! Por ende, me encanta comer. Siempre he pensado que tengo las papilas gustativas más desarrolladas que el resto de mortales pues ¡¡saboreo tanto los alimentos!! Comer es un placer al que no consigo renunciar. Y lo que está bueno es lo más prohibido, como siempre. Todo lo delicioso y rico de este mundo; o te engorda o te mata. 

Por fortuna tengo mi imaginación y capacidad de ensoñación para volar alto a través de cualquier arte. Ahora mismo me estoy refugiando mucho en la música, especialmente el flamenco. Mis tardes en la piscina de casa con una copa (de lo que sea) en la mano y mucho hielo, flotando "haciendo la muerta" sobre el agua (¡cómo me relaja esto!), viendo las nubes e inventando figuras en ellas (¡me encanta observar el cielo!), con la música a todo gas y la única compañía de mis dos perros, alegres y correteando de un lado a otro de la terraza jugando entre ellos. Deleitándome con las voces gitanas de Camarón,de Jonathan Vera Granja a quien Manzanita apodara como "Canelita" por decir de él que su voz era canela fina, Estrella Morente, José Mercé, Demarco, Miguel Poveda... Sus letras me dan alegría y cambian mi estado de ánimo por completo. 











No es fácil adaptarse a un cambio tan fuerte en tus rutinas y vida diaria, el Covid-19 ha puesto todo el mundo patas arriba. Pero bueno, habrá que aprender a vivir también este momento con toda la alegría y coraje de vivir que se pueda. 

Mucha salud y fuerza a todos/as. ¡Y a ponerse en modo hippy que la vida son tres días, no vamos a estar amargados dos días enteros!











lunes, 8 de junio de 2020

NÉVAR


Una más de nuestras comidas familiares, todos juntos y felices. Por nuestros pies revoloteaba ese algodón de azúcar de pelo rizado pero suave que era todo amor, paz y protección a los suyos. Anoche soñé con ella, al despertarme me di cuenta de que hoy era día 8 de junio, tal día como hoy falleció hace trece años. Su espíritu anoche vino a visitarme en sueños.



¡Ahí donde la veían tan pequeñita era la más fiera defendiendo su territorio! Sin que nadie le hubiera enseñado jamás nada: si un extraño entraba a la casa sin permiso, ¡se le tiraba a la entrepierna, se quedaba colgada de ella con la mandíbula y apretaba con rabia zarandeando de derecha a izquierda la materia! Esto que tanta risa nos provocaba había dado más de un escarmiento al pobre repartidor de la bombona de aquellos años que muchas veces entraba sin avisar si veía la puerta de la casa abierta. Después del ataque de nuestra pequeña nunca más lo hizo y aguardaba a que encerráramos en la terraza a la fierecilla antes de poder entrar a la casa.

En otra ocasión mi madre la pilló en su propia cama dormida como una persona, con la cabeza en la almohada, tapada con la colcha y antes de que pudiera decirle nada ella se le adelantó ladrándole y echándole la bronca adelantándose a que se la echaran a ella, reconociendo que había hecho mal pero ¡qué coño, ella también tenía derecho a dormir una siestecita como los humanos!

Una vez, estando yo con ella en mi regazo contemplando el mar, sentada en una roca en el barranco de mi pueblo donde solía ir a pasearla y donde la soltaba para que corriera libre -como hago ahora con mi Mak- , algo sintió ella, se giró bruscamente, saltó por encima de mi hombro izquierdo y fue directa a colgarse de la entrepierna de alguien que venía caminando sigilosamente escondiéndose entre los matorrales. Era un hombre extranjero de mediana edad, llevaba una mochila a su espalda y vestía con chándal y unos extraños guantes en pleno verano. Nunca supe qué intentaba hacer aquel hombre agazapado entre la vegetación para no ser descubierto pero fuera lo que fuese mi perra sintió que estábamos en peligro y actuó en consecuencia. El hombre comenzó a dar alaridos y a pedir auxilio en un idioma que no identifiqué. Cuando mi perra consideró oportuno le soltó y el hombre salió corriendo barranco arriba. Ese día me di cuenta de lo fiera que era mi pequeña mestiza de caniche con maltés.

Tengo tantas anécdotas con ellas que aún resumiéndolas podría escribir páginas y páginas, como por ejemplo cuando tenía 15 años y una amiga me dejó un pitillo para que lo probara. Lo había guardado en mi mochila y en mi habitación me dispuse a encenderlo. Ella siempre estaba a mi lado, dormía a mis pies en mi cama. Névar comenzó a olisquear el cigarro y acto seguido me miró con esa mirada de angustia quasi humana que a veces tenía en los ojos y me comenzó a ladrar. Yo la mandaba a callar para no ser descubierta pero ella ladró tan alto y fuerte que me obligó a tirar el pitillo por la ventana, sin encenderlo pues mi madre al escuchar a la perrita tan alterada fue a ver qué pasaba. Por eso, aunque a veces me fume algún que otro cigarrillo, no soy fumadora habitual pues algo habría presentido tremendamente nocivo percibió ella.




¡La de veces que enfermaba alguno de la casa y ella no se separaba de los pies de su cama y cuando te quedabas dormido a cada dos por tres sentías su naricita fría olisqueándote cerca para comprobar si aún respirabas!

O cuando, siendo una cachorrita, cuando regresaba con ella del paseo diario se me quedó mirando cómo yo me limpiaba los zapatos antes de entrar a casa deslizando mis pies en la alfombra de la entrada. ¡Nunca olvidaré ese momento! Se quedó mirando y giraba la cabeza de un lado a otro, lo hacía cuando pensaba, (¡sí, ella pensaba!), y acto seguido me imitó ante las risas de mi madre allí presente. Desde ese día Névar no entraba a casa sin limpiarse primero las cuatro patas en la alfombra de la casa. ¡Y nadie le obligó jamás a ello! Nos observaba muchísimo y copiaba nuestra conducta.

Tampoco jamás le enseñé que debía hacer sus necesidades fuera de casa, ni tan siquiera las hacía en la terraza que teníamos. Ella aguardaba al paseo diario para hacerlas, era súper limpita. Tanto que cuando la fuimos “a casar” como decimos en Canarias con un macho de su raza para que tuviera crías (nos habían aconsejado que al menos una vez en la vida debía hacerlo para esquivar el cáncer del aparato reproductor) pues el macho estaba algo sucio y hasta que la dueña no lo limpió (nos dimos cuenta de que no lo quería porque estaba sucio) no quiso tema con él. La anécdota de ese día la protagonizó mi prima Patri, siendo casi una bebé por aquel entonces, cuando soltó: ¿Y el vestido de novia? ¿No se iba a casar hoy? Névar tuvo dos cachorritos de esa ocasión, una hembra enorme que parió muerta y un perrito adorable y muy especial que se quedó mi prima Patri, Jacko. Él también tiene mil anécdotas a sus espaldas.

Ella supo antes que yo que yo estaba embarazada. Me olisqueó el vientre y moviendo el rabo comenzó a darme besos en él, yo no entendí su reacción hasta que días más tarde lo descubrí. Cuando le presenté a mi hijo le llenó de besitos, ella ya estaba ciega de la vejez por aquel entonces, pero se moría de amor cuando olisqueaba a mi niño. De hecho, Nayar aprendió a caminar agarrándose de ella, ella le esperaba pacientemente y mi bebé la agarraba por la cola e iba caminando por la casa sujetado a ella y de mueble en mueble.



Cuando Névar falleció yo no estaba con ella, estaba haciendo prácticas del carnet de conducir en Santa Cruz. Me hubiera gustado sujetarla en brazos y despedirme de ella, pero no pudo ser. Solo Dios sabe cuánto la quería y lo que hubiera deseado haberla arropado en aquellos momentos. Hoy, como cada 8 de junio, la recuerdo pues fue mi primera perrita, solo quien ama los animales sabrá de qué hablo. Nuestros fieles compañeros. ¡¡UN BESO GRANDE AL CIELO MI NÉVAR AMADA!! Algún día volveremos a estar juntas, espera pacientemente porque confío en que sea más tarde que pronto ya que aún me quedan muchas cosas por hacer por este lado. La básica es ver a mi hijo convertido ya en un hombre y en un hombre de bien que se sepa desenvolver solo por la vida.