lunes, 8 de junio de 2015

DE TANTOS/AS, A TAN POCOS/AS

¡Tantos amigos, tantas amigas, que creía tener! Y con 36 años he descubierto que puedo contarlos con los dedos de una mano y aún me sobran dedos. 

 Mi lema de vida ha sido siempre: Confío en todo el mundo, hasta que no se demuestre lo contrario. 

 No obstante, en los últimos años (sobre todo desde que cumplí los 28) he ido pasando por la picadora ese lema. Y cambiándolo por: Pon a prueba la confianza en la gente. Con astucia y elegancia, sin que se den cuenta, pero a prueba.

 Observo de lejos durante mucho tiempo a las personas. La energía que percibo de ellas, los comentarios que hacen (algunos se me quedan grabados a fuego en la memoria), las actitudes que demuestran en su día a día o en su trato conmigo. Tengo un conocido/amigo (es que aún estoy en el dilema de si es sólo conocido o es amigo) que me dice que pongo etiquetas a las personas tras observarlas así. Pues sí, pongo etiquetas. Pero en esas etiquetas no van, como este conocido/amigo cree, diferencias entre clases sociales (para mí no existen ni las clases sociales, ni diferencias entre razas o credos, sólo creo en una raza, la humana, y respeto la diversidad de religiones y pensamientos ideológicos -o no-). Según este conocido/amigo, vivo en un pueblo de pijos y yo coloco etiquetas a las personas por influencia de mi entorno. Pero no, gran error, pongo etiquetas conforme a si la persona me interesa o no como ser humano. Si tiene algo que aportarme, si veo bondad en su alma y sus acciones, la etiqueto de DIGNA DE MI CONFIANZA. Si no, jamás me verán contándole cosas mías personales, jamás me verán contándole mis angustias a corazón abierto, ni dándole mi confianza. No etiqueto a las personas por lo que tienen o dejan de tener, sino por lo que son o dejan de ser. Si es verdad que me siento especialmente atraída por las personas cultas y de saber mundano (personas que han viajado mucho, que han tratado con muchas personas y han adquirido esa sabiduría denominada mundana). No necesariamente son gente con carreras universitarias pues he conocido grandes autodidactas en la vida con quienes daba gusto conversar y charlar porque en cada conversación aprendías algo nuevo. 

 Ha sido la vida, a base de dolores, quien me ha enseñado esta pauta de conducta. 

 Soy una persona muy sociable, preciso tener mucha gente a mi alrededor, pero también puedo llegar  a ser una loba solitaria. Que disfruta de su soledad por muy largos períodos de tiempo, que disfruta del calor del hogar sin salir de noche y no necesita a nadie que lama sus heridas. Soy, lo sé, una gran dicotomía en mí misma, de más de 80 kilos y 1,75 cms de altura. Una que, a veces, dice una cosa con el corazón y otra con la razón y hace de esta dicotomía un fuego eterno, una lucha incesante como una rueda de fuego que gira y gira con la vida.  Y voy quemando etapas y re-inventándome en cada una de ellas.

 Y así, de tantos amigos/ tantas amigas que creía tener me llevé la gran decepción de descubrir que AMIGO/A NO ES QUIEN DICE SERLO SINO QUIEN LO DEMUESTRA, en lo bueno y en lo malo. Y que para tener grandes amigos/grandes amigas, primero uno mismo /una misma ha de ser un gran amigo/una gran amiga. 







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