domingo, 12 de marzo de 2023

Mujeres silenciadas

 ¿Por qué nunca estudié a Eleanor Marx? He tenido que ver su película en Filmin para conocer su existencia. Soy de letras mixtas y ni en bachillerato, ni en COU ni en la carrera de Derecho me hablaron jamás de ella. 

Lectora de Shakespeare y traductora de Ibsen y Flaubert, la hija menor de Marx fue una audaz feminista y militante del socialismo. Dirigió huelgas. Abogó por los derechos de los y las trabajadoras. Y tuvo un triste final (y yo Nome terminó de creer la versión oficial del suicidio).

De niña leía a Shakespeare con su padre. A los siete podía expresarse en inglés, francés y alemán. A los ocho Eleanor Marx escribió una carta al presidente Abraham Lincoln. De ojos oscuros y expresivos, amaba el teatro y la poesía, pero creció respirando el socialismo histórico junto a Karl Marx y su tío Federico Engels. El padre del marxismo solía decir que sus dos hijas mayores -Laura y Jenny- se parecían a él, pero Tussy, como la llamaba por su amor por los gatos, “soy yo”.

Nacida en Londres en 1855, la hija menor de Jenny von Westphalen y Karl Marx heredó la vocación política del padre, su fe en el socialismo y su indignación ante las injusticias sociales, pero le añadió un fuego propio: la perspectiva feminista. “Eleanor Marx cambió el mundo y al hacerlo se revolucionó a sí misma”, escribió Rachel Holmes, su biógrafa.

Eleanor fue la única de las hijas que nació en Londres. Después de publicar El manifiesto comunista, en 1848, Marx y su familia llegaron a Inglaterra, huyendo de las hostilidades que habían vivido en Alemania y Francia.

Aunque el filósofo esperaba un niño, Tussy se volvió su hija favorita. Mientras crecía, entre lecturas de Darwin, Rousseau y Dickens, Eleanor ofició como secretaria y asistente de Marx: transcribía sus notas, buscaba información en el Museo Británico y organizaba sus papeles. También participó en sociedades literarias, tradujo Casa de muñecas de Ibsen y Madame Bovary, una versión que se utilizó hasta los años 50 del siglo XX.

Tras la muerte de su padre en 1883, Eleanor se ocupó junto a Engels de la traducción del Capital al inglés, así como de ordenar su legado. En la sala de lectura del Museo Británico, centro de encuentro de jóvenes libre pensadores, conoció a Edward Aveling, el hombre que marcó su vida emocional.

Profesor darwinista, admirador de Marx y amante del teatro, Aveling tenía una personalidad carismática que atrajo a Eleanor. Rápidamente se hicieron pareja. Aunque nunca se casaron, se hacían llamar marido y mujer. Juntos firmaron numerosos textos, si bien los estudiosos postulan que la verdadera autora era ella. Entre estos, La cuestión de la mujer desde el punto de vista socialista, ensayo recogido en la presente edición.

“Como todo en nuestra compleja sociedad moderna, la posición de la mujer descansa sobre una base económica”, escribió allí. Al igual que los trabajadores, ellas también están en situación de opresión por el capitalismo. De este modo, “para las mujeres, como para las clases trabajadoras, no hay solución para estas dificultades y problemas en la condición actual de la sociedad”.

En ese artículo fue más allá y planteó ideas audaces en contra de la moral victoriana: “A medida que nuestros niños y niñas crecen, todo el tema de las relaciones sexuales se convierte en un misterio y una vergüenza. Esta es la razón por la que se les genera una curiosidad indebida y nociva”. Agregó: “A nosotros nos parece que los órganos reproductores deben ser discutidos con tanta franqueza y libertad entre padres e hijos como los digestivos”.

Para Eleanor Marx la lucha por los derechos de las mujeres estaba íntimamente vinculada a los derechos de los trabajadores. En ese aspecto, mantuvo una controversia pública con Belfort Bax, figura del socialismo británico, admirador de Marx y crítico del feminismo. Bax sostenía que la legislación solía favorecer a las mujeres y niños a expensas de los hombres.

Intelectualmente preparada, gran oradora y escritora, Eleanor era sobre todo una mujer de acción. Apoyaba el internacionalismo, estuvo en Francia y recorrió Estados Unidos más de un año abogando por los derechos de los trabajadores manuales. Dirigió huelgas obreras, especialmente dos de ellas fueron gravitantes: la huelga portuaria de Londres, que paralizó el transporte marítimo de la ciudad, y la huelga de los peladores de cebolla, en la que logró sindicalizar a 400 mujeres y le doblaron la mano a los empresarios que intentaron sobornar a las trabajadoras.


Ambos paros son considerados hitos en la historia del movimiento obrero británico.







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