jueves, 12 de julio de 2018

LEONA EN LAS CALLES



Mi amiga Leona, 30 años, víctima de una violación brutal y grupal años atrás. Hecho que denunció armándose de valor pero desgraciadamente el sistema aún apesta a machismo y los energúmenos que la violaron salieron de rositas. Al parecer el hecho de que Leona estuviera sola en una discoteca y estuviera borracha a las cuatro de la madrugada fue suficiente para que se tornaran las acusaciones y al final la que acabó siendo juzgada fue la víctima y no los verdugos.



 Leona aceptó esa sentencia a la misma velocidad que dejaba de creer en la justicia. ¡¡Se la tomaría, cual Ley del Talión, por su propia mano!!

Leona se cambió de ciudad, terminó sus estudios universitarios, salió mucho de fiesta y farra cuantos fines de semana pudo. Aprendió varias artes marciales, que dominaba con destreza. Se machacaba en el gimnasio dos horas diariamente. Había logrado convertir su cuerpo de  1,75 cms de altura en un arma de matar. Y no dudaría en usarlo si volviera a hacerle falta. ¡¡Nunca más se quedaría sumisa, quieta y callada ante un ataque!! Fuera físico o verbal. ¡¡Jamás!! Jamás nadie violaría su cuerpo, ningunearía su alma ni la haría sentir humillada sólo por haber nacido mujer.

Leona no soportaba las injusticias ni las discriminaciones hacia nadie: No soportaba a las personas racistas, ni a las que hablaban con violencia de homosexuales, bisexuales, transexuales y cuantas opciones sexuales existan en el mundo. No soportaba a la gente estrecha de miras que se encorsetaba en una visión local del mundo sin ver más allá del horizonte que divisan sus ojos. No soportaba a la gente que se creía en uso exclusivo de la verdad suprema. Muchas veces ni discutía con estas personas, las dejaba hablar y, directamente, las anulaba mentalmente: Para ella no existían y si no existen, ¿para qué entrar en discusión con ellos? Pues con este tipo de personas no cabe el diálogo. Leona había conocido también a personas racistas, homófobas, y muchas veces eran amistades suyas e incluso debatía por horas con ellas/ellos. Pero eran personas que daban pie al diálogo con el cerebro y el corazón (bueno o malo, pero con el corazón) y no hablaban chillando, escupiendo y con las vísceras en lugar de con el cerebro y el corazón. Estas personas aunque pensaban diferente a ella, eran dignas de su respeto (aunque no compartiera sus ideas) porque en el fondo sabía que eran buenas personas y jamás harían daño a nadie ni de palabra. Leona se daba cuenta de que del segundo grupo, de las personas que hablaban con las vísceras, siempre coincidía que eran personas con graves desequilibrios mentales y problemas espinosos de tensión arterial alta. El equilibrio era importante en la vida de Leona y luchaba de manera atroz por conservarlo en su vida.


Sábado de una semana cualquiera de un año cualquiera. Leona es seducida por un atractivo hombre muy alto y moreno. Acaban enredados a besos en un pasillo de las discotecas que daba a los baños. Estaban a oscuras y, en ese momento exacto, a solas. Él mete sus manos debajo de su minifalda. Ella le para las manos pero él insiste. Leona le da un rodillazo en sus testículos. Él responde con dolor y a la vez rabia por haber recibido esa “agresión”. Entonces se abalanza sobre Leona con la clara idea de amedrentarla, reducirla y hacer de ella lo que él quisiera. Leona responde como experta en artes marciales y le pega una paliza brutal. Él queda con el bazo destrozado, casi inconsciente, tirado en el suelo. Leona lo pisa, entra en el baño de mujeres, se acicala el cabello rizado y largo a modo de leona, se retoca el maquillaje y sale. Él despierta y al ver a Leona se llena de ira, se levanta dando tumbos y se dirige nuevamente a Leona, esta vez más lleno de rabia que nunca. Leona vuelve a responder con violencia física, pero esta vez su contrincante amortigua sus golpes e incluso le llega a pegar dos puñetazos en la cara que ella no pudo esquivar. Leona recuerda lo que tiene en el bolso. Sin dudarlo, en un gesto rápido lo saca y casi sin que el otro se percatara hace que lo huela acercando el frasco abierto a su nariz. En ese mismo momento él cae desplomado. Ella lo arrastra hacia uno de los baños de mujeres. Baja la tapa del váter, sienta ese cuerpo muerto, lo desnuda con calma. Le mete dos viagras en la boca empujándoselas por la tráquea con sus largos dedos de uñas largas. Saca su móvil y los cascos de su bolso. Se los enchufa y durante casi hora y media permanece allí, escuchando música dance a todo volumen y sujetando el cuerpo de ese desconocido violento que había intentado agredirla sexualmente. Había intentado….

Cuando la viagra comienza a hacer efecto, le enfunda un condón DUREX EXTRA SAFE, se sube a él y lo viola, una y otra vez. Leona satisface su deseo sexual con ese cuerpo drogado por sobredosis de burundanga, sin conciencia pero excitado a causa de la viagra. Se graba haciéndolo pero en ningún momento enfoca su cuerpo de cintura para arriba para no ser identificada. Busca su móvil, un móvil diferente cada fin de semana, de tarjeta de pago y los más baratos del mercado pues acabaría siendo tirado por las alcantarillas nada más salir de la discoteca. Leona era toda una hacker y logró transferir el vídeo de la violación al móvil del moreno drogado y ahora mismo violado por ella.

Leona se había tomado la justicia por su mano. El sistema había convertido a Leona en un peligro para los hombres. Pero…¡¡Nunca más nadie le hizo daño, en ningún aspecto, en toda su vida!!

Al salir de la discoteca un grupo de hombres fornidos se encontraron con ella de frente. Antes de que le dijeran ningún piropo, Leona les gritó:

-         ¡¡Buenorros, aaaay si yo los pillara, cabalgándomelos a todos iba a estar toda la noche!!

Un grupo de chicas que venía de frente al contemplar la escena se desternillaron de risa a viva voz.

El grupo de chicos se avergonzaron y hasta sintieron intimidados por Leona y, cabizbajos, se fueron a pauso raudo del lugar.



Porque, tal vez el sistema quiere que existan leonas en las calles….






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