Mi amiga Leona, 30 años, víctima
de una violación brutal y grupal años atrás. Hecho que denunció armándose de
valor pero desgraciadamente el sistema aún apesta a machismo y los energúmenos
que la violaron salieron de rositas. Al parecer el hecho de que Leona estuviera
sola en una discoteca y estuviera borracha a las cuatro de la madrugada fue
suficiente para que se tornaran las acusaciones y al final la que acabó siendo
juzgada fue la víctima y no los verdugos.
Leona se cambió de ciudad,
terminó sus estudios universitarios, salió mucho de fiesta y farra cuantos
fines de semana pudo. Aprendió varias artes marciales, que dominaba con
destreza. Se machacaba en el gimnasio dos horas diariamente. Había logrado
convertir su cuerpo de 1,75 cms de
altura en un arma de matar. Y no dudaría en usarlo si volviera a hacerle falta.
¡¡Nunca más se quedaría sumisa, quieta y callada ante un ataque!! Fuera físico
o verbal. ¡¡Jamás!! Jamás nadie violaría su cuerpo, ningunearía su alma ni la
haría sentir humillada sólo por haber nacido mujer.
Leona no soportaba las
injusticias ni las discriminaciones hacia nadie: No soportaba a las personas
racistas, ni a las que hablaban con violencia de homosexuales, bisexuales,
transexuales y cuantas opciones sexuales existan en el mundo. No soportaba a la
gente estrecha de miras que se encorsetaba en una visión local del mundo sin
ver más allá del horizonte que divisan sus ojos. No soportaba a la gente que se
creía en uso exclusivo de la verdad suprema. Muchas veces ni discutía con estas
personas, las dejaba hablar y, directamente, las anulaba mentalmente: Para ella
no existían y si no existen, ¿para qué entrar en discusión con ellos? Pues con
este tipo de personas no cabe el diálogo. Leona había conocido también a
personas racistas, homófobas, y muchas veces eran amistades suyas e incluso
debatía por horas con ellas/ellos. Pero eran personas que daban pie al diálogo
con el cerebro y el corazón (bueno o malo, pero con el corazón) y no hablaban
chillando, escupiendo y con las vísceras en lugar de con el cerebro y el
corazón. Estas personas aunque pensaban diferente a ella, eran dignas de su
respeto (aunque no compartiera sus ideas) porque en el fondo sabía que eran
buenas personas y jamás harían daño a nadie ni de palabra. Leona se daba cuenta
de que del segundo grupo, de las personas que hablaban con las vísceras,
siempre coincidía que eran personas con graves desequilibrios mentales y
problemas espinosos de tensión arterial alta. El equilibrio era importante en
la vida de Leona y luchaba de manera atroz por conservarlo en su vida.
Sábado de una semana cualquiera
de un año cualquiera. Leona es seducida por un atractivo hombre muy alto y
moreno. Acaban enredados a besos en un pasillo de las discotecas que daba a los
baños. Estaban a oscuras y, en ese momento exacto, a solas. Él mete sus manos
debajo de su minifalda. Ella le para las manos pero él insiste. Leona le da un
rodillazo en sus testículos. Él responde con dolor y a la vez rabia por haber
recibido esa “agresión”. Entonces se abalanza sobre Leona con la clara idea de
amedrentarla, reducirla y hacer de ella lo que él quisiera. Leona responde como
experta en artes marciales y le pega una paliza brutal. Él queda con el bazo
destrozado, casi inconsciente, tirado en el suelo. Leona lo pisa, entra en el
baño de mujeres, se acicala el cabello rizado y largo a modo de leona, se
retoca el maquillaje y sale. Él despierta y al ver a Leona se llena de ira, se
levanta dando tumbos y se dirige nuevamente a Leona, esta vez más lleno de
rabia que nunca. Leona vuelve a responder con violencia física, pero esta vez
su contrincante amortigua sus golpes e incluso le llega a pegar dos puñetazos
en la cara que ella no pudo esquivar. Leona recuerda lo que tiene en el bolso.
Sin dudarlo, en un gesto rápido lo saca y casi sin que el otro se percatara
hace que lo huela acercando el frasco abierto a su nariz. En ese mismo momento
él cae desplomado. Ella lo arrastra hacia uno de los baños de mujeres. Baja la
tapa del váter, sienta ese cuerpo muerto, lo desnuda con calma. Le mete dos
viagras en la boca empujándoselas por la tráquea con sus largos dedos de uñas
largas. Saca su móvil y los cascos de su bolso. Se los enchufa y durante casi
hora y media permanece allí, escuchando música dance a todo volumen y sujetando
el cuerpo de ese desconocido violento que había intentado agredirla sexualmente.
Había intentado….
Cuando la viagra comienza a hacer
efecto, le enfunda un condón DUREX EXTRA SAFE, se sube a él y lo viola, una y
otra vez. Leona satisface su deseo sexual con ese cuerpo drogado por sobredosis
de burundanga, sin conciencia pero excitado a causa de la viagra. Se graba
haciéndolo pero en ningún momento enfoca su cuerpo de cintura para arriba para
no ser identificada. Busca su móvil, un móvil diferente cada fin de semana, de
tarjeta de pago y los más baratos del mercado pues acabaría siendo tirado por
las alcantarillas nada más salir de la discoteca. Leona era toda una hacker y
logró transferir el vídeo de la violación al móvil del moreno drogado y ahora
mismo violado por ella.
Leona se había tomado la justicia
por su mano. El sistema había convertido a Leona en un peligro para los
hombres. Pero…¡¡Nunca más nadie le hizo daño, en ningún aspecto, en toda su
vida!!
Al salir de la discoteca un grupo
de hombres fornidos se encontraron con ella de frente. Antes de que le dijeran
ningún piropo, Leona les gritó:
-
¡¡Buenorros, aaaay si yo los pillara, cabalgándomelos a
todos iba a estar toda la noche!!
Un grupo de chicas que venía de
frente al contemplar la escena se desternillaron de risa a viva voz.
El grupo de chicos se
avergonzaron y hasta sintieron intimidados por Leona y, cabizbajos, se fueron a
pauso raudo del lugar.
Porque, tal vez el sistema quiere
que existan leonas en las calles….
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