¡Y llegó el gran día!
Desde hacía dos meses un cartel enorme tipo sábana que colgaba desde un lateral del edificio Concanasa anunciaba el evento más importante que se recordara en la trayectoria del Carnaval del pueblo. Sería el primer viernes de Carnaval, el primero después de una pandemia que nos hizo perder la esperanza de volver a ver estos eventos en público. En el pueblo colindante este mismo cartel también lucía en cada esquina.
Nadie jamás pensó poder tener un artista de su talla en un pueblo tan pequeño. Las medidas de seguridad iban a desplegarse acordes al evento.
Él se alojaría dos días antes en un famoso hotel de lujo de la zona, algo que corrió como la pólvora y atrajo a periodistas, reporteros e informadores de dentro y fuera de las islas.
Los rumores le situaban entrando en una cafetería del pueblo del hotel, con sus escoltas, gorra, gafas de sol y todo vestido de negro. Nadie pudo acercarse a él. Sin embargo, se dice que al ver desde lejos a una niñita la llamó y accedió a ser fotografiado con ella.
Yo estaba muy concentrada en el trabajo, pero tenía a la vista que ese viernes iba a ser muy especial. ¡Iba a ser nuestra noche, la de todos/as los/las jóvenes de mi generación que crecimos cantando sus canciones! Desde mis doce años tenía las paredes de mi habitación empapeladas con los pósteres que la revista Súper Pop regalaba de él. ¡Era mi ídolo y aún hoy seguía siéndolo! Por la magia de sus canciones, la sensibilidad de sus melodías, la empatía de cada emoción impresa en sus letras… ¿Y quién me va a arreglar ahora el corazón partío? Amiga mía, ¿Y si fuera ella?, mi soledad y yo, cuando nadie me ve, pisando fuerte, la tortura, mi persona favorita (canción que desde que saliera en 2019 siempre se la dedico a mi hijo). Él era para mí mucho más que un ídolo, era la banda sonora de mi vida.
Solo me perdí un concierto suyo en mi isla cuando estuve embarazada, en estado bastante avanzado, los demás me los disfruté todos. Disfruté de la sencillez y carisma de su alma andaluza, de su acento, de su sonrisa de medio lado y su mirada llena de fuego y pasión, de su amor hacia su público, ... ¡Este, al lado de la puerta de mi casa y sin tener que pagar ni un céntimo, no iba a ser menos! No sería en la plaza donde se ubicaba el escenario del carnaval, dadas las características del evento y la afluencia de personas que se esperaba en él, se iba a celebrar en el campo de fútbol del pueblo colindante.
¡Hasta mi hijo estaba ilusionado con verle sobre el escenario!
Eso sí, habría que estar en el campo de fútbol muchísimas horas antes de que diera comienzo pues se esperaba que viniera gente de todos sitios.
Y… Justo cuando mi hijo, sus amigos/as, mis amigos/as y yo empezamos a gritar de alegría al verle salir al escenario… Justo en ese momento, …, ¡me desperté!
¡Pero qué sueño tan bonito tuve anoche, Dios mío!
VOLVEREMOS…