Sin apenas darme cuenta ya estoy en los dos patitos del calendario. Mentalmente me comienzo a preparar para el mes de agosto.
Mi hijo está viviendo su verano de adolescente de catorce años para quien su panda de amigos/as es lo más importante del mundo. Practica mucho deporte y está cada día más alto y guapo (sí, se me cae la baba. ¡Voy a por uno de los baberos de mis sobrinas!).
Este lunes día 20 de julio de 2020 consideré que sería un buen día para empezar mi alimentación sana e iniciar mi hábito de caminatas largas durante una hora al día -al margen de las que doy con mi perro, pues como él se detiene constantemente para olerlo todo y al ser un perro de más de 30 kilogramos de peso he de llevarle siempre atado, no siento que me ejercite mucho yo-. También mi reto de 0 azúcares (ni siquiera en el café o el té) ni mucho menos salados, fritos, panes, bollería industrial, chocolates varios, helados, papas de bolsa y un largo etcétera de comida basura que me metía entre pecho y espalda cada día.
Y no es por nada estético, ya saben que me acepto como soy y que mientras yo siga ligando siempre que lo desee poco me importa no cumplir con el canon estético del S.XXI. Pero es porque me siento muy pesada y nada ágil. Quiero romper con esto simplemente por mantenerme activa físicamente y que no me asfixie tanto cuando tengo que caminar por una pendiente pronunciada y subir muchas escaleras.
Al margen de lo físico, sigo cultivando mi intelecto con lecturas y formaciones online varias. ¡Nunca hay que descuidarse en nutrir la mente y el espíritu!
Mi quinta novela está en proceso de publicación y el compendio de cuentos infantiles (100) que he hecho están a la espera de que el ilustrador haga su trabajo (esto va para largo pues el ilustrador será mi hermano pequeño que dibuja muy bien pero está muy ocupado ahora mismo). Jamás imaginé escribir cuentos infantiles pero estos meses relajados de verano y el contacto con mis sobrinas me han inspirado a ello.
Sigo con mi medicina: ¡la música! Y no me pierdo un solo directo del Canelita en su Instagram cada noche. Aprendo mucho de la comunidad gitana en estos directos, el otro día mismo descubrí que para tener esa melena larga y sana que Jonathan posee lo mejor es el aceite de ricino (castor oil) aplicado desde la mitad de la melena para abajo tres veces en semana (eso sí, nunca hay que coger sol con el aceite puesto). Y, por supuesto, olvidarte de usar tijeras por muchos años. Ni un solo corte de pelo durante al menos cinco años seguidos. A mí a medida que me va creciendo el cabello más fuerza pierde el rizo y deja de ser rizado para ser ondulado. Una vez un peluquero de Santa Cruz muy reconocido y de mucho prestigio (que incluso te hacía análisis químicos del cabello en laboratorio) me dijo que mi cabello cuando crece me chupa muchos nutrientes del organismo, esto lo he podido contrastar a lo largo de mi vida pues cuando mi cabello está creciendo rápido suele coincidir con períodos en que adelgazo mucho, por eso aprovecho la tesitura del momento para iniciar una vida con hábitos que me ayuden a incrementar la pérdida de peso en estos momentos en que crece mi cabello más abajo de los hombros (que es cuando más nutrientes precisa para crecer). Así que el mejor momento para iniciar mi dieta y vida sana es este. Le voy a dar al cabello largo la misma importancia que le dan los gitanos y/o los indios americanos para quienes una persona bien cuidada es aquella con el cabello cuanto más largo y sano mejor.
En el amor sigo sola. La verdad es que desde que me separé hace ya la friolera de doce años del padre de mi hijo nunca nadie encaja conmigo y quienes lo hacen (por su estilo de vida libre de drogas y con disciplina en sus días) a mí no me ilusionan (y vivecersa). En estos doce años he tenido muchas relaciones pero con ninguna he logrado cuajar nada serio. Por las noches, antes de dormir, me abrazo a mi almohada y me dejo dormir (tras leer entre 25-50 páginas, depende del día, mi libro del momento) soñando con que algún día dormiré abrazada a ese alguien que todos esperamos e imploramos al cielo. Por tanto, la primera pista es que a esa persona le gusta dormir abrazados y que es más cariñoso y pegajoso que una lapa a las rocas pues yo lo soy. También que tiene mucho sentido del humor y se toma todo con humor negro pues yo dispongo de él a borbotones. Y, por qué no decirlo, que le gusta mantener activa la llama y el picante con debates que pueden acabar en discusión pero discusión pacífica al final porque nunca las llamas de amor destruirían Troya. Sí, me gusta que me den caña y no me hagan aburridos los días, soy guerrillera por naturaleza y, de vez en cuando, me gusta pelear (pacíficamente, pero pelear).
No obstante, también he aprendido a sentirme bien sola y no me falta nada para ser feliz. Al fin y al cabo la felicidad es un estado mental, la creamos nosotros mismos con nuestra mente y poco depende de otras personas. Y en esta ocasión no hablo de los hijos pues está claro que si tu hijo o hija no es feliz tú tampoco lo eres si eres buen padre, buena madre. Pero hablo de que al margen de los hijos no podemos poner nuestra felicidad en los bolsillos de otra persona, no recuerdo quién lo dijo pero es una verdad como un templo.
En fin, vivan de manera sana, sean buenas personas, lean mucho y sean felices con las pequeñas pero grandes cosas de la vida. ¡¡UN ABRAZO ENORME!!