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Mostrando entradas de agosto, 2018

El devenir del tiempo todo lo consolida, ¡a no ser que seas un/a revolucionario/a!

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En los albores de los cuarenta me he dado cuenta, no sólo por análisis de mi propia persona en ejercicio atroz de introspección sino en la personalidad de otros/as a quienes observo mucho, que los rasgos de carácter de los seres se acentúan con el paso del tiempo. ¿No lo creen así ustedes? Así, si una persona es gruñona, lejos de suavizarse con el paso del tiempo se convertirá en un/una gruñón/a elevado a su máxima potencia. Si una persona es dulce también incrementará su dulzura con el paso de los años, a no ser que la vida lo agríe sobremanera. Si es apasionada, radical e impulsiva, lo será más y más también con el paso del tiempo. No menguan los rasgos de carácter con los años. Se puede aplacar tal vez el fuego con que se viva y sienta la pasión (entendida en sentido amplio, no sólo de pasión sexual hablo). Pero no se difumina ni deja de existir por más años que bañen a esa persona (¡ojo, no hablo de libido, me refiero a la pasión con que se sientan o no las cosas!). Co...

SOLA

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 Nadie parece entenderme, con nadie parezco encajar.  Mis pensamientos e ideas se tornan revoluciones imposibles de soportar para quien aparentaba ser el esbozo de un compañero sentimental y de vida. Y, así como todo debería fluir sólo sin necesidad de pedirlo, se esfuma  y se diluye en la fatídica desidia del hastío junto a esa persona, tornándose en la nada más vacía. Porque más allá de la piel no hay emoción, ni conversaciones profundas, ni me nutro aprendiendo nada de esa persona que pueda ser fructífero en mi vida. No hay pasión en sus manos cuando se posan en mi piel. No siento el fuego ardiendo cada célula de mi ser. No me siento en las nubes, ni cuento las horas para volverle a ver, a escuchar, a sentir. No me hace vibrar ante sus sugerencias imposibles de negar, si es que las hubiera alguna vez porque hasta el momento la espontaneidad, la pasión, la chispa, la he puesto solo yo. No puedo ser fuego si me echan agua fría encima. No puedo... Me estoy apagando. No ...

Tardes de agosto

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 Ya entrados en el mes más caluroso del año, en un lugar de por sí cálido. Y yo, que aparento ser de idiosincrasia caribeña, diluyo en mis tardes de lectura, introspección y soledad, cualquier atisbo de dorar mi piel bajo el sol. Puede que acuda al Mar, pero sólo para darme un baño y regresar, presta, bajo sombra. Pues cada vez soporto menos el sol y cada vez me gusta más mi piel blanca. ¿Por qué? Pues porque viviendo donde vivo lo difícil y extraño es ser nativo/a lugareño/a y poseer nívea piel. Y, ya saben cómo me gusta ir a contracorriente. Si se pusiera de moda estar gorda, yo estaría en los huesos.  Siempre he adolecido de este defecto de rebeldía sutil. Callado grito eterno que acuña todo lo que hago, digo, escribo, toco y siento.  También siempre, aún estando rodeada de mucha gente, inmensamente amada por mí, me he sentido sola. Este espíritu de la soledad me acompaña desde la cuna y es mi musa en mis horas de creatividad literaria.  ...