Con una narrativa de crónica periodística (no estamos ante una novela), John Hersey nos relata los horrores iniciales a la primera bomba atómica lanzada sobre una ciudad, Hiroshima, en 1945. Quienes hemos visto en el cine a Cillian Murphy en la gran película de Nolan, Oppenheimer, ya sabemos qué fue el Proyecto Manhattan y cómo se forzó la rendición de Japón con armamento nuclear, usado por primera vez en la historia contra seres humanos.
Hersey toma los testimonios de seis supervivientes a la explosión (hubakushas en japonés) para hilvanar el que es considerado el mejor relato periodístico sobre Hiroshima en la historia del periodismo universal. Premio Pulitzer en 1946, después de haberse publicado en The New Yorker.
Cuarenta años más tarde, el autor regresó a Japón a buscar a estos seis supervivientes y es lo que leemos en el capítulo final. La obra está dividida en cinco capítulos y tiene 184 paginas en su primera edición de abril de 2009, en español con la editorial Debols!Llo. Eso sí con un tipo de letra diminuto, parece Time New Roman número 6. Esto es lo único malo del libro, su letra diminuta.
Sus protagonistas son: Hatsuyo Nakamura, el doctor Terufumi Sasaki, el Padre Wilhelm Kleinsorge, Yoshiko Sasaki, el doctor Masakazu Fujii y Kiyosho Tanimoto.
Duro, por momentos demasiado como para que sea una lectura placentera con la que olvidarte de los problemas del mundo, pero de lectura necesaria. Sobre todo, con el panorama actual en Oriente Medio. Curiosamente, muy similar al panorama previo a la Segunda Guerra Mundial. Contextualizando ésta vemos que en Oriente, Japón, surgido al igual que Alemania como reciente Imperio en el siglo XIX, había conquistado gran parte de China y de las colonias francesas, inglesas y holandesas que, atacadas en la propia metrópoli por los alemanes, las habían abandonado a su suerte. El bloqueo de materias primas, en especial de combustible, al que Estados Unidos y el Imperio británico sometieron a Japón en la década de los treinta del pasado siglo hizo que los japoneses intentaran un arriesgado plan consistente en aplastar a la marina de guerra norteamericana para, al no haber ya nadie que los pudiera detener, anexionarse todo el Pacífico y controlar las ansiadas materias primas que la industria japonesa demandaba imperiosamente. Así, en diciembre de 1941 atacan la base naval estadounidense de Pearl Harbor poniéndole al gobierno de los Estados Unidos en bandeja el poder legitimar ante su opinión pública una guerra sostenida en la venganza y no en el militarismo por la monstruosa agresión sufrida sin declaración previa de guerra y, por lo tanto, incumpliendo el Derecho internacional vigente. De esto también tenemos una excelente película "Pearl Harbor", protagonizada por Ben Affleck, Kate Beckinsale y Josh Harnett y dirigida por Michael Bay.
En Rusia, que por ese entonces se llamaba URSS, Stalin, al igual que ahora Putin, deseaba sacar tajada en Oriente (la Unión Soviética se anexionó con Stalin las Islas Kuriles, archipiélago anexo a las islas japonesas). Aquello, la guerra en Oriente, tenía que acabar cuanto antes y, de paso, EEUU tenía que lucir músculo militar con un arma de poder incontestable, por si los rusos continuaban acaparando países en Europa o se ponían tontos en el Pacífico. Y ahí es justamente donde entran en juego las ciudades de Hiroshima y, apenas tres días después, Nagasaki. Estas dos urbes japonesas fueron elegidas como conejillos de indias para el gran experimento de terror nuclear que cambió la faz del mundo por completo sumergiéndonos en una alocada competición armamentística que más de una vez estuvo apunto de degenerar en otra Guerra Mundial, lo que se dio en llamar Guerra Fría.
Hersey comienza narrando cómo era la vida cotidiana de un residente en Hiroshima por aquellas fechas, cómo esperaban de un día a otro un ataque aéreo que ya habían sufrido multitud de ciudades japonesas, pero sin imaginar siquiera semejante barbarie nuclear. De hecho, uno de los protagonistas que nos cuenta sus recuerdos observa a un vecino minutos antes de la detonación destruyendo su propia casa para crear un cortafuegos ante el previsible bombardeo americano. Como ante todo acontecimiento de extraordinaria importancia (¿quién ha olvidado dónde estaba aquel 11 de septiembre de 2001?), todos los participantes en este drama recuerdan qué estaban haciendo ese 6 de agosto de 1945 a las ocho y cuarto de la mañana cuando un único avión sobrevoló la ciudad. Algunos lo llegaron a confundir con un avión de reconocimiento meteorológico, encargado de informar de la intensidad y dirección del viento.
¿Recomendaría el libro? Sí, aunque no si lo que quieres es una lectura placentera. Reitero que la considero de lectura necesaria, sobre todo por la importancia que tiene para el periodismo universal, pero es muy dura y hay que saber esto antes de empezar a leerlo.
Calificación que le doy: como crónica un 10/10. Ahora bien, reitero que no es una lectura placentera con la que olvidarte de los problemas del mundo. Máxime con el panorama internacional tan desolador que tenemos ahora mismo y que tan peligrosamente se parece al contexto previo a Hiroshima.