Si hay algo que recuerdo como si fuera ayer mismo, es el discurso que dio mi abuelo Armando Navarro en la que sería la última Navidad que juntó a toda la familia Navarro en su casa, en La Caldera (una casa de campo, en medio de una finca como decimos en Canarias). Dijo que ojalá se equivocara, pero que estaba seguro de que cuando él falleciera ya no nos seguiríamos reuniendo todos. Y así fue, tristemente. Mi abuelo falleció en agosto de 1998, yo tenía exactamente la edad que tiene mi hijo Abel Nayar ahora: 19 años.
Solamente mis tíos Fredy y Toñi y
su hija, mi prima Patri, y su marido, se han reunido con mis padres y nosotros
en navidades alternas, siempre que se ha podido. Y es perfectamente
comprensible que no podamos reunirnos todos, debido a motivos laborales y a que
la familia Navarro viven, en su mayoría, en el norte de la isla.
Lo que mis padres han intentado
ha sido perpetuar la tradición de pasar la Nochevieja todos juntos en su casa.
Las Navidades se van alternando con las familias de las parejas de mis hermanos.
Yo como después de mi divorcio sigo soltera, siempre lo paso con ellos.
Es tradición también el
nerviosismo y la histeria de mis padres en los días previos a la Nochevieja.
Ellos quieren que todos coman a cuerpo de rey y se vuelven locos cocinando mil
platos, comprando muchísima comida y poniendo la cocina patas arriba para que
todo salga perfecto. Mi padre lo quiere hacer todo él, no quiere que nadie le
ayude y si entras a la cocina a, por ejemplo, beber agua, ya le estás
molestando y te echa una llamarada de dragón chino cabreado en forma de grito
histérico porque le incordia tu sola presencia en la cocina. Así que hemos
aprendido a dejarles solos estos días, es así como ellos parecen querer que
sea. Siempre he dicho, que prefiero encargar pizzas y chucherías y comer
relajados, lo que sea, pero relajados y tranquilos, pero son ellos quienes han
marcado cómo debe ser esta tradición familiar.
Llegada la cena es emocionante
tenerlos a todos en la misma mesa. Yo, como madre, entiendo cuánto puede
emocionar a la mía.
A mí siempre me entra mucha melancolía
en la noche de fin de año y rezo mentalmente, antes de las uvas, porque todo
siga como hasta ahora. Porque lo primordial es tener salud y estar todos/as
bien. Lo demás, siempre digo, ya lo iremos fabricando con el trabajo diario,
pero para eso se necesita salud.
Mi hermano Omar es quien pone la
alegría en la Nochevieja, sin quitarle mérito a mi otro hermano, pero es que mi
hermano chico es el showman de la familia. Él saca su cajón peruano y se pone a
tocar y animarnos a todos, también es el encargado de poner los altavoces y de
pinchar la música. Luego, entre los dos hermanos, se encargan de la pirotecnia (sí,
sí, se tiran hasta fuegos artificiales). Somos algo así como Los Yakis de Los
Gigantes, tal cual… Los canarios tenemos algo en común con los gitanos, pues
para nosotros/as al igual que para ellos, la unión familiar es clave de bóveda
en nuestras vidas.
Hoy es día 30 y, sinceramente, ya
estoy deseando que sea mañana por la noche, que estemos todos sentados a la
mesa y poder disfrutar junto a mi hijo, mis padres, mis hermanos, mis tres
sobrinas y mis cuñadas de la gran fiesta que se arma esta noche cada año en mi
casa.
¡Feliz Nochevieja a todos/as y que el 2025 sea un año amable con todos/as!💓🥂
Les dejo con fotos de años anteriores...
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