viernes, 13 de agosto de 2010

EN CÁPSULAS DEL TIEMPO



Así viven, en cápsulas del tiempo detenidas en la Baja Edad Media.
Cuando le conocí, me enamoré. Me sumergí en su mundo y cultura olvidando la mía propia. Pisoteando todos los principios que se me inculcaron en el sistema educativo en que fui criada. Fue como si voluntariamente yo hubiera consentido enjaularme en una de las cocinas que las casas árabes de adobe de su pueblo destinan como hábitat a las mujeres. Jaulas auténticas, cárceles sin criminales ni delincuentes dentro. En esos escasos metros cuadrados las del género femenino ven la salida y puesta del Sol, paren a sus hijos con infinito dolor y sin condiciones de higiene, agonizan en grupo compartiendo su dolor ( ya se sabe, el dolor compartido es menos dolor) ante el machismo desgarrador que las maltrata misógenamente una y otra vez. Y,..., lo que es peor, ellas no son conscientes de ello pues creen que es lo normal,que así debe ser por haber nacido mujer y no hombre. El velo islámico se convierte en un aliado para tapar rostros de niñas envejecidos por tanto sufrimiento. Ojos morenos hundidos en las caras de los mil y un padecimientos en las mil y una noches de sus tragedias. Aderezadas con olor a cous cous y canela, cuernos de gacela y té árabe. Partos con dolor de otro mundo, humillaciones continuas en sus día a día.

Está prohibido llevar la contraria a los del género masculino, refutarles, debatir con ellos o cuestionarles, está prohibido opinar, usar la razón ( las mujeres son infinitamente inferiores al hombre, según sus creencias), tener autonomía en las decisiones,... Es otra dimensión temporal, nos tendríamos que remontar, si acaso, a la Baja Edad Media española ( o incluso más atrás ). En pleno S.XXI, pero viviendo de facto en el S.XI, en esa época oscura en que se oprimía a los campesinos por parte de los señores feudales, a los ciudadanos en general por parte de la Iglesia ( la religión) y a las mujeres por parte de todo el mundo. Nos vienen a la mente de inmediato,al mentar la Baja Edad Media; el cinturón de castidad ( aún usado en su pueblo cuando los hombres se ausentan de sus casas se los ponen a sus mujeres- recordemos que pueden tener tantas mujeres como puedan mantener-), el derecho de pernada (es un derecho feudal que teóricamente establecía la potestad señorial de tener relaciones sexuales con toda doncella, sierva de su feudo, recién casada con otro siervo suyo para darse el honor de desvirgarla, que el hombre entendía como darle el honor a la sierva, como si se le hiciera un favor), la persecución de las brujas y el famoso CONCILIO del año 585, en el cual se llegó a afirmar -obviamente entre hombres pues ni una sola mujer pudo participar en tal Concilio- que la mujer NO POSEÍA ALMA. Esto es lo que en pleno S.XXI creen los de su pueblo, sin diferencia alguna. Donde el Derecho y la moral es lo mismo, es decir, la religión hace las leyes, en realidad lo hace todo, hasta los programas de radio y televisión. Muy al contrario de los estados civilizados y avanzados donde la religión la profesa cada cual en libertad particular pero no codifica las leyes de una nación. Somos estados laicos que hemos discernido La Ley ( El Derecho) de la Religión ( La Moral).

Lo dicho, como en la Baja Edad Media : el marido puede matar a su esposa adúltera después de perseguirla a latigazos, desnuda, a través del pueblo o lapidada pero con piedras ni demasiado grandes que le produzcan la muerte al momento sin demasiado sufrimiento , ni demasiado chicas que no la maten. Y ¡OJO CON LO QUE CONSIDERAN ADULTERIO! El simple hecho de entablar conversación con un hombre YA ES ADULTERIO para ellos. La multa impuesta al asesino de una mujer es la mitad del precio de la muerte de un chico hasta los 14 años (época de la fertilidad femenina), superior al del varón entre los 14 y 20 y, a partir de los 20 años, seis veces inferior. La mujer sierva o esclava no puede casarse fuera del dominio de su señor y, si lo hace, sus hijos serán repartidos entre su señor y el de su marido. La mujer no elige, por supuesto, marido, pero acepta el que ha escogido su padre o su linaje por brutal, viejo o, al contrario, joven y amante que sea. De todas formas, corre siempre el riesgo de ser violada por algún bandido o por un señor rebelde y enemigo, de ser raptada, o de ser repudiada y condenada al encarcelamiento o si no a la muerte, según el buen parecer y deseo del hombre en general y del suyo en particular.
Eternamente menor de edad, la mujer pasa del poder de su padre al de su marido y no puede actuar nunca sin el permiso o la licencia de este varón. Ni siquiera puede salir de su casa si no es en compañía de un varón de su familia. Ya en la calle, no podrá ir con la mirada alta, su cabeza tendrá que ir gacha y no buscar la mirada de nadie, inclusive cuando hable con alguien no podrá mirarle directamente a los ojos, para ellos es una ofensa muy grande, ¡¡ tan diferente es de las sociedades amerindias que yo alabo donde si no miras a los ojos mientras hablas eres mal vista, es como si escondieras algo maléfico y ellos lo repudian, seas hombre o mujer a los ojos has de mirar cuando quieras hablar con alguien!! Como debe de ser. Volviendo a su sociedad: No hablemos finalmente de las condiciones de vida y existencia de la mujer de un labrador, de un miserable artesano en las ciudades, o de las viudas que componen la gran mayoría de la población pobre socorrida en las ciudades del final de la Edad Media. Tal era, más o menos, el retrato somero del destino de la mujer en el Medievo, el mismo que el destino de las mujeres en su sociedad hoy en día.

Doy gracias a Dios por haber nacido donde nací, en una sociedad que promulga los principios democráticos, que defiende la libertad ideológica y librepensadora, que entiende la igualdad de género y trata de fomentarla y defenderla. Mis ancestros guanches, aún siendo primitivos y salvajes como les denominaran los españoles, alababan a la mujer y en el TAGOROR ( digamos juzgados de hoy en día), el testimonio de una mujer nunca precisaba de testigos pues se daba por sentado que una mujer siempre decía la verdad.

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