Nuestros barcos de guerra, langskips, se precipitaban con violencia hacia la costa de aquel pueblito de Irlanda al que nuestra presencia los convertía ipso facto en desdichados.
Mi gente no paraba de romper el silencio celestial con su grito de guerra. Yo también chillaba pletórica de ansiedad por invadir el pueblo y por tajar yugulares. Mi familia, los Yngligns,me habían adoctrinado desde niña para matar, invadir, conquistar y expandir nuestro pueblo vikingo por toda la faz de la tierra en busca de tierras fértiles que cultivar cuando nuestra amada Kattegat se convertía en el más famélico hielo puro.
Sentía el viento gélido en mi cara alentándome y llenándome de energía, cual mensaje de Odín.
Miré a mi padre, él debía dar la señal de saltar al agua y comenzar el brutal ataque. Las gentes del pueblo corrían ya despavoridas alejándose de la costa, metiéndose entre el bosque espeso y dejando atrás sus casas abiertas y todas sus pertenencias.
- ¡Al agua! - Gritó mi padre. No sin antes mirarme como siempre hacía antes de un ataque, despidiéndose con la mirada y llevando su mano al corazón diciéndome que me quería y me deseaba la mejor de las suertes en el campo de batalla.
Hachas en alto, odio en el corazón, ganas de matar y....¡Nos adentramos en el pueblo!
En mi camino me encontré con dos hombres irlandeses a los que, sin mediar palabra, corté las cabezas. Uno intentó atacarme pero fue en vano, de una patada tiré su arma y en segundos su cabeza rodó por el suelo. Me dirigí rauda hacia una de las casas, la más grande, entré por una ventana abierta. Escuché gritos de mujeres y, entre todos ellos, la voz de un hombre que les indicaba algo en un idioma que no entendía. Gritando fui hacia ellos, las mujeres se arrodillaron suplicando, había niños/as, ...,maté al hombre. Miré a las mujeres. Una de ellas portaba una lanza que apuntaba hacia mí. Se la derribé de una patada y la maté de un hachazo. No sin esfuerzo saqué mi hacha de su esternón, ¡me había excedido hundiéndosela en el pecho y se había quedado anclada entre sus huesos y la madera de la mesa sobre la que la valiente mujer cayó! Fue la única que osó enfrentarse a mí, ¡su alma acudiría presta al Valhalla! Casi podía escuchar a las valquirias llevándose su alma.
Entre el tumulto vi a una niña escondida detrás de una columna de la casa. Entonces, mi alma se perdió por completo porque sentí ternura. En un impulso corrí hasta ella, la cogí en brazos y salí corriendo de la casa ante el asombro de todas las mujeres y niños allí presentes. ¡Sentí la necesidad de poner a salvo de mi propia gente a esa niña! Ellos no tardarían en entrar en esa casa llena de mujeres para satisfacer sus deseos sexuales y atiborrarse de la comida que pudiera haber en la casa.
Me metí en el agua con ella a mis espaldas y nadé mar adentro, me quería dirigir hacia el otro extremo del pueblo donde vi un reducto donde refugiarme. El agua estaba helada y temía que la niña se congelara por lo que nadé lo más rápido que pude mientras a la vez sujetaba a la niña en mi espalda con una mano.
Llegamos a la orilla y me adentré con ella en el bosque. Pronto le quité la ropa mojada y yo me quité la mía. Ella no lloraba, no decía nada. Solo me miraba con ojos de asombro.
Hice una fogata y puse nuestras ropas a secarse.
Le hablaba en mi idioma pero ella no decía nada.
Cuando ya estuvimos secas la cogí en brazos y emprendimos una larga caminata hacia la casa más cercana. No medié palabra con sus inquilinos, simplemente les obligué a alojarnos, alimentarnos y cobijarnos. Solo nos quedaríamos ahí una noche.
A la mañana siguiente, las dos ya con el estómago lleno nos dirigimos hacia una playa desértica. ¡Necesitaba descansar un poco antes de meditar qué iba a hacer con esa niña que me había robado el corazón!
Estábamos sentadas en la orilla de la playa cuando a lo lejos vi a un hombre nadando hacia la orilla, al percatarse de nuestra presencia se detuvo. Nuestras miradas se cruzaron. ¡Era el hombre más bello que jamás vi!
La niña comenzó a gritar un nombre y a mostrarse muy alegre y excitada.
El hombre al escuchar a la niña salió corriendo en su busca. Los dos se fundieron en un abrazo. Al parecer era un conocido o familiar de la niña a la que ya quería como si fuera mía.
Yo no sabía cómo hacerme entender. Tiré mi hacha y mis armas lejos para que entendiera que estaba en son de paz. El hombre comprendió y, para mi sorpresa, se acercó y me dio un abrazo. Sentí su cuerpo perfecto, su piel tersa y hasta su miembro viril pidiendo a gritos salir del calzoncillo que lo tapaba. El hombre iba desnudo, solo con un calzoncillo.
Me acerqué hacia una de las rocas donde había puesto mi capa y le fui a tapar con ella. La niña seguía acurrucada contra su pecho, en sus brazos. La puso en el suelo y le indicó que fuera a jugar a otro lado de la arena en la orilla. Entonces, inopinadamente, me besó ¡con tanta pasión! Su lengua invadió mi boca, sentí sus labios carnosos acariciando los míos y....
Entonces el sonido de un camión frigorífico que descargaba en el supermercado DialPrix que está frente a mi casa me despertó de mi sueño y llevo toda la mañana maldiciendo al dichoso camión que me sacó de mi hermoso mundo ¡justo cuando el tío bueno me estaba besando!
¡AAAAAAGRRRRRR!
Ana Nayra Gorrín Navarro.
Mañana del sábado 7 de septiembre de 2019.
¡Cago en la .....!
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