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miércoles, 27 de julio de 2022

Una madre del patriarcado VS una madre de las nuevas masculinidades

 Me criaron en los roles de género del patriarcado. Yo, como niña, debía hacerles la cama a mis hermanos hasta bien entrada la adolescencia. No sé por qué “extraña razón”, nada más levantarme ya tenía que estar preocupada por limpiar toda la casa mientras que los varones no. Cuando me rebelé me tacharon, obviamente, de rebelde.

Paradojas de la vida: hoy en día, he tenido que acabar criando a mi hijo en el mismo hogar del que quise huir porque yo había iniciado mi propia revolución.

Los detonantes de que tomara la decisión de volver a la casa de mis padres han sido, ya lo saben, ser madre soltera como consecuencia de la violencia de género y, sobre todo, ser mileurista en una región donde los alquileres rondan los 700 euros para un piso de dos habitaciones, en un país europeo en el que la gasolina ha subido hasta límites inimaginables. Factor que no me permite irme a vivir a un pueblo más barato, pues lo que ahorre gastaré en gasolina para ir a y volver de mi trabajo (en el que estoy fija indefinida desde hace quince años, al lado de la casa donde resido actualmente).

Primé el bienestar de mi hijo sobre el mío propio. ¿A qué precio? A tener que luchar diariamente por no perder poder como madre (¡Dios, cómo me llena de ansiedad esto!), ya solo con esto se me agota toda la energía que antes, cuando vivía a solas con mi hijo, canalizaba en resetear de su mente que porque sea hombre no debe limpiar la casa, no debe poner lavadoras, no debe hacerse su comida, … No soy mala madre por querer enseñarle a ser autosuficiente a mi hijo, pero le han metido tan profundamente esa canción en su mente que hasta yo ya la canto en mi subconsciente.

A un año de que mi hijo entre en la vida de adulto, me debato entre perpetuar este rol que me enseñaron mis madres y abuelas o romper con todo, como ya una vez hice, y depositar en mi hijo las llaves de su progreso: ¡no puedo discapacitarlo, tengo que empoderarlo! Debe entender que no porque sea hombre está exento de ocuparse de sus cosas, de limpiar su ropa, de planchar su ropa, de hacerse su comida, de hacer la compra, de limpiar la casa, de poner lavadoras, de limpiarse los zapatos, de pasar la aspiradora, la mopa, limpiar el polvo, fregar la vajilla, recoger y ordenar su vida. ¡No por ser hombre necesitará una mujer al lado que le haga todo esto, solo porque el patriarcado le dictó que él nació para ser atendido por una mujer! Debe entender que no soy mala madre por enseñarle a ser autónomo, debe entender que yo soy madre, pero también mujer y ser humano. He anulado por completo mi yo de mujer en pro de mi yo como madre, pero debo buscar el equilibrio pues mi vida está pasando y sigo en la campana de cristal donde fui criada y de la que quise tanto salir.

Y no puedo hablar esto en mi entorno porque lo que obtengo son gritos, reproches (¡encima que te ayudamos viviendo en esta casa!), no hay comprensión, ¡es que es imposible que la haya! Mi vida se solucionaría bastante ganándome una lotería, pudiéndome comprar mi propia vivienda y, simplemente, recuperando mi espacio a solas entre mi hijo y yo, ese espacio en que ya había instaurado un equilibrio y él hacía las tareas asignadas, cada vez más (limpiar y ordenar su habitación, hacerse un par de platos fáciles de hacer, lavar la vajilla, pasar la mopa, limpiar el polvo… todas estas tareas las dominaba hasta que volvimos a la casa de mis padres por no poder seguir pagando un alquiler tan elevado).

No hay ayudas para las madres solteras supervivientes de la violencia de género que ganen más de 10.000 euros anuales. La clase media tiene un límite muy curioso, a los efectos somos pobres, pero para las leyes ricos.

 



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