LA GUANCHE DE DAUTE (A.NAYRA)

Cuando a solas, en la habitación, el humo del Narghilé lo cubra todo: ¡robaré de tu mente los recuerdos! No quedará lugar en tu ser para las agonías por amor, pues míos serán tus ojos. El humo, mi cómplice de hechizos, paralizará tus intenciones. Clavaré mis ojos en ti y míos, a reloj parado, serán tus aposentos. Tus más íntimos miedos, con la hipnosis, haré míos, reviviré tus pasiones y en las noches gélidas te pondré duendes sedientos. Sedientos de robar de tu mente todos los pasados recuerdos, sedientos de mí y de atraparte en mis adentros. Lava interna, espiral de Ekman, ojo de Horus y magia guanche ancestral al ritmo de darbukas y de los faraones la presencia eterna de sus grandes ojos. Una sonata árabe, inmersa en un conjuro recitado en voz susurrante, extenuante de pasiones y sufrida de apasionamientos.

Un día, un amigo nativoamericano me contó su mejor secreto. El color de este secreto es rojo,como la sangre de todos los humanos, el sabor es el de la vida, el olor el de un pinar y campos de lavandas. Es el bien actuar y vivir la vida. Es el Camino Rojo de la Vida. Cuando las palabras de la sabiduría de la Madre Tierra llegan a tus oídos, no puedes dejar de escucharlas con atención y, si te comprometes a caminar este camino, has de seguir unas pautas de conducta habitual en tu vida,que no son más que los mandamientos de los nativos americanos, los diez famosos cuales son: 1) Trata la Tierra y a todo lo que hay en ella con respeto. 2) Mantente cerca del Gran Espíritu, Dios. 3) Muestra gran respeto por todos los seres vivos, nunca desprecies a nada ni a nadie, mucho menos a tus semejantes (los seres humanos). 4) Trabaja junto para el beneficio de toda la Humanidad. 5) Da asistencia y cariño con énfasis allá donde veas que se necesita. 6) Haz lo que creas que está bien. Eres h...

Me fui dejando olvidados recuerdos en los ajenos corazones, añejos momentos vividos con pasión y delirio. Muchas veces estando contigo no estaba sino con él en mi pasado, encerrada en ese mi primer sentir que alberga todas las mejores emociones. En mis ojos cerrados: Por fuera a cuerpo entregado, por dentro a amor retomado. En mi corazón, alma y mente; a ese primer sentir,a pesar, todas mis bendiciones, estando sin estar, sintiendo fuego sobre aquel hielo distante en el momento. Una sonrisa, pero los ojos llenos de lágrimas, recuerdos y ensoñaciones, centellas y estrellas que nublan mis visiones y recaminan aquél camino que me llevó a otra vereda, sembrando otro árbol y del amor sus brotes recogí con sabia paciencia, conciente de la pérdida de aquél amado, esa visión austera, por mi espina del corazón, cual peyote y sus alucinaciones.

Me pregunto cómo se llamaba el último guanche que murió en los Acantilados. Entrecierro mis ojos y los veo lanzando piedras desde los riscos, a la jauría de barcos colonizadores que arribaban con viles deseos a nuestras costas del alma, para no ser nunca por ellos respetados. Sin derecho alguno, a invadir y someter, matar, torturar y desposeer. A Tinerfe El Grande pudieron vencer pero jamás sus genes fueron derrotados pues en cada una de mis células Él está, sentimientos resguardados en mi memoria genética con dulzura y pasión albergados, cual centellas de fuego en mi coraza guanche y piel de escudos no respetados, por nuestro amor al legado cultural y pasión ancestral, jamás me verás perder. La paz y el ser pacífico está en mi ser, genomas conservados en el marcador genético U6B1 de mis adorados y respetados antepasados. Me pregunto cómo se llamaba el último guanche que murió en Los Acantilados, las montañas de mi pueblo que besan el mar en calma. Sin retroceder, quisiera volver ...

Recuerdos de mi infancia. Tierna y dulce niñez que mis Padres aderezaron con amor, constancia, disciplina y cariño. Eternas gracias a ellos. Flashes en mi memoria de fiestas populares canarias,de días de sol y playa con aroma a salitre y la eterna imagen de Los Acantilados clavada en mi retina, de domingos de familia reunida sentada a la mesa entre jolgorio y risas, frente a unas buenas papas arrugadas con mojo picón, conejo al salmorejo y demás manjares canarios, en compañía de nuestros adorados perros (mi familia ama los animales). Aquellos momentos en la finca de mis abuelos maternos La Caldera. Cuando corríamos libres por las laderas y los barrancos, pies descalzos llenos de tierra guanche, risas de infantes en plena libertad y contacto con la salvaje y dócil naturaleza de mi isla tinerfeña. Cuarenta perros de caza y otros tantos Presas Canarios (Whisky y Sotter, los inolvidables) y Berdinos, al trote de nuestros pasos de pies chiquitos, centinelas en nuestras caídas. La salvaje e...