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domingo, 4 de junio de 2023

Lo que no quiero ser

 Este post dolerá, pero es mi verdad. 




Soy hija de una madre castrante y de un padre ausente que jamás se implicó en nada lo relativo a mí en mi infancia (con mis hermanos creo que hubo más implicación por el hecho de ser varones: coches de batería e irlos a estrenar a la plaza por Navidades, scalextrics,...). Al colegio iba siempre mi madre a hablar con los profesores, a recoger las notas, a las tutorías,... No tengo ni un solo recuerdo en un parque infantil,comiendo un helado o yendo al cine con mi padre, tampoco con mi madre. Sí, eran otros tiempos, nací en 1979 y el machismo imperaba en los hogares. Los padres no se implicaban, era todo cosa de las madres. Mi padre vivía exclusivamente por y para su trabajo, el mismo que en los últimos años de su vida laboral le trató mal y le hizo sentir mal valorado profesionalmente y hasta despreciado.

 Mi madre, como contrapartida tal vez de lo anterior, fue siempre una madre inquisidora, manipuladora, controladora en exceso, con la fantasía de que todos sus hijos vivieran cerca de ella, a ser posible en la misma casa (siempre fantaseó con sacarse la lotería y comprar un edificio entero donde vivir todos juntos), no da espacio a la intimidad de sus hijos y es la típica que te abre la puerta del cuarto y entra aunque tú estés en cuero pelado en ese momento, no va a cambiar nunca porque ella no admite ser una madre castrante, asume que es lo normal ser así.

 Y con estos testimonios primeros en mi vida aprendí dos cosas: no quería ser una madre castrante como lo ha sido siempre mi madre, aunque siempre quise ser madre y por eso fui una madre joven (a los 26, que para las de mi generación es ser madre joven, máxime entre la población universitaria entre la que me encontraba) y tampoco quería tener en mi hogar un padre ausente, por eso cuando conviví con el padre de mi hijo (el mismo al que tuve que acabar denunciando por violencia de género para pedir ayuda y salvar mi vida) discutía tanto con él para que se involucrara en todo lo relativo al hogar y la familia de la misma manera que yo (nunca fue posible). Y acabé dando a mi hijo mucho más que un padre ausente, elegí un hombre maltratador como padre y eso no me lo perdonaré jamás a mí misma. Aunque ya lo tengo atrás en el pasado y no quiero removerlo nunca más. Por otro lado, también aprendí de mi padre que nunca un trabajo puede ser el centro de toda tu vida, pues en ese mismo trabajo hoy eres el mejor y al día siguiente (haciendo lo mismo) eres el peor y para quienes siempre serás necesario es para tu familia, ellos solo pasan una vez en la vida, el trabajo es trabajo y si no es ése será otro, la familia es irremplazable. Además, mi padre desencadenó muchas enfermedades relacionadas con el distrés crónico que le dio su trabajo: ataques de ira, insomnio, adicción al dulce por ansiedad (de esto también estoy padeciendo yo hoy y desde los 38 años), cambio en su carácter (mi madre siempre dice que mi padre no era así como es ahora, siempre enfadado con el mundo, que fue el trabajo quien le convirtió en esto y ya es irrecuperable porque él no quiere hacer terapia). 


Hoy en día, lucho ferozmente contra la abuela, mi madre, con quien gracias a Dios cuento para ayudarme con temas de mi hijo que yo no puedo cumplir porque trabajo: llevarle y traerle para que no pierda tanto tiempo trasladándose en guagua. Pero mi madre no entiende muchas cosas de mi faceta de madre como, por ejemplo que yo no fiscalice con quién habla mi hijo por teléfono (dejé de hacerlo en cuanto cumplió los 16 porque tiene derecho a su vida privada), qué hace cuando está encerrado en su cuarto, con quiénes se relaciona o, por ejemplo, cuando él decidió estudiar FP y no Bachillerato, fue otro problema con ella porque ella estaba empeñada en que mi hijo debía estudiar bachillerato e ir a la universidad porque si no sería un fracasado y que si yo no me oponía a sus deseos es porque soy mala madre. Y no es así, hoy en día tener estudios universitarios no implica tener un buen trabajo, es más,...,estoy cansada de ver cómo estudiantes de ciclos de FP acceden a puestos laborales y estudiantes universitarios están en las listas del paro. Romper los ciclos y salirse de los estereotipos no es fácil para quien tiene que hacerlo, eres tachada de rebelde y de desastre. ¡Pues soy una rebelde y un desastre! Mi hijo está a escasos meses de meterse en la vida adulta y de ser una persona mayor de edad con derecho a voto, capaz de sacarse un carnet de conducir y de ser autónomo. No quiero castrarlo como me han hecho a mí. Quiero que sepa que el mundo entero es suyo y que puede ir y hacer todo lo que quiera, sin límites ni fronteras. Yo siempre seré su madre y mientras esté estudiando le daré apoyo económico, le he dicho que hasta los 27 tiene para estudiar y prepararse mientras yo le doy apoyo económico. Pero tiene que actuar y pensar por sí mismo, cuidar de sí mismo; limpiar su hábitat él solo, saber poner la lavadora, hacerse la comida, planchar su ropa,... Todo esto que mi madre se empeña en hacerle y que yo quiero que haga él solo para darle los recursos de ser libre e independiente. Mi madre piensa de mí que yo soy una mala madre por ser así, yo pienso lo mismo de ella porque responde a lo que en psicología se llama 'madre castrante'. 


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Les quiero mucho, a mi madre y a mi padre. Pero los dos me han enseñado muchas cosas de cómo no ser en la vida. También de cómo ser. Mi padre era pastor de cabras en Tamaimo y con 19 años empezó a estudiar contabilidad por correspondencia para luego convertirse durante más de 40 años en jefe contable y de Recursos Humanos de la misma empresa, su primer trabajo fue el último. Y mi madre aprobó unas oposiciones a funcionaria a la edad de ¡¡¡60 años!!! Cuando le quedaban 4 para jubilarse. Son mis héroes en ese sentido de supervivencia y de lograr lo que te propongas. Pero en esta vida nadie es perfecto y está bien reconocer nuestros errores. Yo, por ejemplo, de mente creativa e imaginación hiperactiva, peco de que me aburro si hago mucho tiempo lo mismo, me muerde fuerte la rutina y tengo la imperiosa necesidad de cambiar de escenario y esto es imposible de acatar teniendo un trabajo estable. Tal vez si tuviera un trabajo no tan monótono y rutinario... Estoy ahora mismo en una crisis fuerte en mi vida, será la famosa crisis de los 40. Veo que mi rol de madre cuidadora se ha acabado, ahora mi hijo ya es adulto y me niego a seguir haciendo ese rol, más que nada por salud mental de mi hijo y que no le pase lo que a mí con mi madre, quiero tener un vínculo sano con mi hijo y no tóxico. Y, por otro lado, está el ejemplo de mi padre quien asumió siempre más responsabilidades laborales de las que realmente podía acaparar; años y años enteros trabajando sin coger vacaciones y jamás la empresa le vio eso como algo positivo ni le dio las gracias por eso, años y años enteros de ausencias totales en casa porque estaba trabajando de sol a sol haciendo horas extras que jamás le pagaron para poder asumir el rol de jefe contable y de RRHH y jamás le dieron ni las gracias, que el salario que percibía era conforme a las tablas salariales antiguas que eran altísimas, ¡es increíble cómo la clase trabajadora ha ido perdiendo capacidad económica y derechos a lo largo de los años! Mi padre siempre cuenta que en la época de Franco, aún siendo una dictadura, si trabajabas ya el gobierno te ponía prácticamente una casa de las denominadas de protección oficial, asegurabas un techo para tus hijos de por vida. Esto con el tiempo se perdió y no siempre tener un trabajo fijo significó poder acceder a tener una casa. Yo jamás podré tener una casa en propiedad porque al ser madre soltera me piden un aval y ni tengo ni quiero comprometer a otras personas, que si luego me quedara sin fuente de ingresos el avalista podría ver comprometidas sus propiedades y eso sí que sería mi hundimiento total, pensar que he arruinado la vida de otra persona por avalarme a mí. Por otro lado, soy mileurista y los alquileres ahora mismo en la isla de Tenerife rondan la media de 800 euros y aparte hay que pagar gastos de agua y luz.Es decir, pagaría la vivienda y luego no tendría ni para hacer la compra ni para poner gasolina en el coche. Por eso, con 44 años y un hijo casi en edad adulta, no me ha quedado más remedio que vivir en casa de mis padres. Con el canon de ver deteriorada mi salud mental porque no hay día en que ellos mismos (mis padres y mi hijo) me lo recriminan con comentarios teñidos de intención aunque luego lo nieguen. Yo les pago un alquiler simbólico de una cantidad que, al menos, les da para hacer una compra grande una vez al mes. No puedo pagarles más. No le deseo a nadie estar en mi pellejo. Dan ganas de unirse al movimiento de la Familia Arcoiris y hacer un Silvio Rodríguez: << Dejarlo todo y marcharse, ¡qué maravilla! >>. Jajá, es broma... Aquí seguiré, al pie del cañón, destruida, hecha polvo anímicamente, pero al pie del cañón mientras tenga salud. 









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