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miércoles, 9 de agosto de 2023

Micromachismos diarios y mi experiencia de Ghosting

 Sí, diariamente nos enfrentamos a ellos. Pasan tan inadvertidos que es difícil identificarlos. No obstante, la suma de estos micromachismos termina por perpetuar la sociedad machista en la que vivimos. El blog de Oxfamintermon hace un listado de los diez más frecuentes, pero hay muchos más:

Copio y pego por aquí

https://blog.oxfamintermon.org/ejemplos-de-micromachismos-en-la-vida-cotidiana/#La_friend_zone


10 ejemplos de micromachismos en la vida cotidiana

Quizás podríamos decir que los “micromachismos” son el eufemismo que usa el patriarcado para hablar de situaciones que, en realidad, son machistas, sin atenuantes. Hoy en día se disfraza al machismo llamándole micromachismo mientras se pasa por alto la violencia encubierta contra las mujeres o se ocultan actitudes sexistas o machistas. 

Para que seas algo más consciente de ello, hemos elaborado una lista de ejemplos de micromachismos en la vida cotidiana y, aunque existen muchos más, empezaremos con 10: está en la mano de todos y todas detectarlos y frenarlos.

  1. Rosa para las niñas, azul para los niños

    Incluso podemos ir un poco más allá: camisetas para ellas con mensajes como “princesa” o “bonita” y para ellos con “héroe”, “campeón”, “aventuras”, “valiente”... Por suerte, algunas marcas han empezado a eliminar la categorización por sexos y venden, simplemente, ropa infantil.

  2. Qué suerte, tu marido te ayuda en casa”

    No, el hombre no debe “ayudar” en casa: él, como otro habitante del hogar, es responsable de la mitad de las tareas, o, en su defecto, de las que se pacten entre los miembros de la pareja.

  3. En el restaurante, la cuenta es para él

    Es común que cuando se pide la cuenta en un restaurante se sobreentienda que quien paga es el hombre. En el ámbito de la restauración también es habitual encontrar que, ante la duda de quién ha pedido la cerveza y quién el refresco, la bebida alcohólica sea para él.

  4. La mujer invisible en el taller o el concesionario

    Quien dice taller o concesionario dice tienda de informática o banco. Cuando se trata de lugares estereotipadamente masculinos, la mujer se hace invisible y el personal se dirige siempre al hombre en las conversaciones, incluso cuando la mujer es la titular del vehículo o de la cuenta en cuestión.

  5. La madre y el “padrazo”

    Cuando los bebés llegan al hogar, es muy común, lamentablemente, escuchar decir que el padre es un “padrazo” porque cambia pañales, le da el biberón o le duerme. Para la mujer, parece ser algo natural e incluso obligatorio.

  6. Un hombre y una mujer no pueden ser amigos

    Sí, sí pueden. La sociedad debe empezar a hacer un trabajo importante en cuanto a dejar de sexualizar o romantizar constantemente la relación entre hombres y mujeres.

  7. La “friend zone”

    La llamada “friend zone” es uno de los ejemplos de micromachismos de la vida cotidiana más sutiles. Se dice que una mujer que rechaza a un hombre porque no le apetece tener una relación con él lo lleva a la “friend zone”. Quizás es porque antes el hombre puso a la mujer en la “sex zone”, ¿no?

  8. Ser madre vs la carrera profesional

    Esto empieza ya en la entrevista de trabajo: es muy común preguntar a las mujeres acerca de su decisión personal de ser madres y convertir su respuesta en un factor de decisión clave sobre su contratación. Una vez dentro de la empresa, es más probable que los puestos de dirección sean para los hombres y no para las mujeres.

  9. Ausencia del lenguaje inclusivo

    En la guardería, se escucha como “los niños” pueden salir a jugar. En el instituto, “los alumnos” han aprobado con buenas notas. En el trabajo, se generaliza hablando de “los profesionales”, “los funcionarios”, “los trabajadores”... Hablar de lenguaje inclusivo no es solo hablar de “niñes” o “niñxs”: es hablar de “alumnado”, “equipo humano”, “personal”, “funcionariado”... para no generalizar en masculino e incluir a la mujer en el lenguaje. Es otro ejemplo más de micromachismo extendido en la vida cotidiana.

  10. Corres como una niña”

    Desde el “corres como una niña” o “llorar es de nenas”: este tipo de estereotipos despreciativos hacen daño al género femenino pero también al masculino.

En esta lista de ejemplos de micromachismos en la vida cotidiana hemos mencionado 10 situaciones comunes, pero, por desgracia, hay muchos más. ¡Seguro que se te ocurren muchos más! Solo entre todos y todas podemos acabar con el machismo, siendo un poco conscientes y advirtiendo a quien se les “escapa” algún que otro micromachismo. ¡Empieza hoy a ponerle freno para conseguir un futuro libre de estereotipos limitadores!


Yo añado estos otros que vivo en mi vida diaria:

En el trabajo, recibo CV's y me pasa muy a menudo que el hombre que va a dejar el CV quiera hablar con un hombre. Al principio me daba risa, pero fue solo las dos primeras veces.

 Luego, siempre reacciono con contundencia y digo algo así:

- ¿Hombre? Aquí no hay ningún hombre. En esta oficina estoy yo sola, si quiere dejarme el CV muy bien. Si no, no me haga perder más el tiempo. (Muy enfadada). 

Por dentro estoy diciendo: ¡Váyase a tomar por culo! Ni que viviéramos en la Edad Media. 

¿Qué menos? No obstante, soy muy educada y sé mandar bofetadas verbales sin necesidad de decir ni un solo insulto ni menosprecio. Por más que mi mirada láser les maldiga por diez años seguidos. 


El lugar de trabajo suele ser un buen sitio para realizar trabajo de campo en este sentido. Pues tengo muchas "anécdotas" o más bien deba decir pruebas de estos micromachismos (que no son tan micro en muchos casos). Por ejemplo, cuando hay que entregar el modelo 145 de datos personales (IRPF) para Hacienda. En este caso, cuando llega el momento de rellenar el año de nacimiento de sus hijos (ya no la fecha entera, simplemente el año) todos los "padres", ¡sin excepción!, acaban llamando a su mujer para preguntarle en qué año nacieron sus hijos/as. ¡Me chocó tanto esto! 

Otra cosa que me llamó poderosamente la atención fue cuando iba a las tutorías de mi hijo (si caían en horario laboral mío, yo siempre pedía permiso horario que recuperaba otro día, hoy en día la Ley de familias contempla esto como un derecho remunerado, desde junio de 2023). Pues bien, ¡jamás vi a un solo padre! Siempre eran madres quienes iban a las tutorías. Cuando les preguntabas a algún padre, te decían: No, no, ..., de eso se encarga mi mujer. Yo tengo que trabajar (aunque la mujer también trabajara, como si ella no tuviera que pedir permiso horario para asistir a la tutoría y luego recuperar ese tiempo perdido otro día en su trabajo). De verdad, me parecía patético esto. Un padre debe hacer lo mismo que una madre. Y esto va enlazado al punto 2 del decálogo de micromachismos que señala el blog de Oxfamintermon: los hombres no es que tengan que ayudar en casa, es que tenemos la misma responsabilidad en casa, exactamente igual. Si uno cocina el almuerzo, el otro la cena, si uno barre o pasa la mopa, el otro limpia el polvo, si uno friega el suelo, el otro que vaya limpiando los cristales. Y así con todo, todo a medias. Al igual que las cuentas, todo se ha de pagar a medias. Se hace la compra pagando a medias, se pagan las facturas a medias. 

En 2016 tuve una relación con convivencia (algo que no hacía desde mi matrimonio de facto con el padre de mi hijo), con alguien que al final resultó ser un narcisista y machista de libro, que no sabía ni tender la ropa, ni poner una lavadora y que jamás se había hecho una cama. Era divorciado dos veces, de dos mujeres, tenía cinco hijos de los dos matrimonios y tenía seis años más que yo. Es decir, que si yo en 2016 tenía 37 años, él tenía 43 años. ¡Y llegó a esa edad sin saber hacer nada! Que conste que era canario. Cuando le pregunté cómo podía ser eso posible me soltó un:

- ¡Es que siempre fue o mi madre o mi esposa quienes hacían todo! Yo jamás tuve que mover un dedo en casa. (Y me lo decía enfadado, como si yo estuviera rompiendo una norma sagrada para él).

Desde el minuto uno de nuestra convivencia, le dejé claro que la casa la limpiábamos entre los dos y que tenía que aprender a cocinar porque todo iba a hacerse entre los dos, le empecé a enseñar a poner una lavadora, a hacer la cama, a tender la ropa, a freírse un huevo,¡hasta a poner una cafetera! ... Los tres primeros meses de convivencia le estuve poniendo a prueba en el tema económico, pues el alquiler más todas las facturas de suministros y la compra lo pagaba siempre yo sola. Estuve viendo hasta dónde era capaz de llegar sin sacarme el tema de que lo íbamos a pagar a medias. Como no salía el tema, lo saqué yo. Justo el día en que tenía que ir a la inmobiliaria a pagar el alquiler, le dije que viniera conmigo y que tenía que pagar él la mitad del alquiler. Lo hizo, pero su rostro y actitud cambiaron drásticamente. 

A la semana se fue, me hizo ghosting: hizo él el café una mañana, nos hizo tostadas a mi hijo y para todos/as, incluso fue al jardín y nos trajo flores y me escribió y dedicó un poema (que hablaba de lo mucho que me amaba). Yo me fui a trabajar, mi hijo al colegio (iba y venía en guagua escolar). Él supuestamente estaba de vacaciones (tiempo después descubrí, de la mano de su propia madre, no de él, que no estaba de vacaciones, que estaba de baja laboral por enfermedad psicológica, depresión) y se pasaba todo el día tirado en el sofá viendo la tele, no hacía nada más. Cuando yo llegaba del trabajo, estaba todo por hacer porque no había hecho absolutamente nada.  Pues, esa misma mañana, en la que por primera y única vez, nos preparó una de las comidas del día (el desayuno) recogió todas sus cosas y se fue: su ropa y zapatos del armario (teníamos un armario grande de cuatro puertas, un armario empotrado, la mitad era de él y la otra mitad era mía), se llevó hasta los bolígrafos y folios que él había comprado para él porque, supuestamente, estaba estudiando para unas oposiciones. También, los manuales de sus oposiciones, que siempre estaban tirados en el salón en cualquier esquina. Apagó su teléfono móvil y me bloqueó de todas sus redes sociales y hasta de WhatsApp, no supe de él durante tres largos días con sus noches. 




Yo me angustié mucho, llamé a su madre y fue peor porque angustié a la señora, quien también le llamaba al teléfono y sin solución porque lo tenía apagado. En el tercer día apareció por casa de su madre. Fue su madre quien me llamó para comunicármelo. Me dijo que le iba a dejar dormir porque, supuestamente, había estado vagando por el norte de la isla y durmiendo en su coche (nunca me creía esto). A la semana apareció por mi piso, aún tenía las llaves de mi apartamento, a las tres y media de la madrugada. Yo, presa de una angustia tremenda, me había ido con mi hijo a casa de mis padres porque no paraba de llorar (yo le quería, joder. Y había vuelto a confiar en el amor y en un hombre). Me llamó todo enfadado porque no estaba en casa. Esa misma noche le pedí que me devolviera las llaves y le pedí que nunca más volviera, que le odiaba con todas mis fuerzas y que no quería saber más nada de él. Lo más fuerte, es que vino con su hija pequeña (intento de chantaje emocional), que por ese entonces tenía solo tres añitos (la usaba como un escudo, hasta en su posición física poniéndola delante de él cuando hablaba conmigo), y se tuvo que volver de madrugada con la niña a La Laguna. ¡Me dio igual! Ya no lo quería más en mi vida. Ni nada que fuera de él.

A la semana volvió a aparecer porque se había dejado un par de zapatos en el balcón. Yo los había tirado a la basura y así se lo comuniqué. 

Me dolió la manera en que se mandó a mudar sin decir palabra. La depresión no era tal, era un vago y ponía mil excusas siempre que tenía que asumir alguna responsabilidad. Un vago y un irresponsable afectivo. 

Luego he tenido varias relaciones, pero ninguna con convivencia. Creo que jamás volveré a tenerla con convivencia. Si acaso cada uno en su casa. 

En 2020 tuve mi última relación sentimental, la acabé porque él también era un machista. Y descubrí que los rusos también pueden serlo. De hecho, según una amiga que los conoce muy bien, son una sociedad aún más machista que la española. El rusito no quería que yo trabajara y en cuanto pronunció estas palabras le dije el "chao pescao", hablando con él y asumiendo mi responsabilidad afectiva con él. Dejándole, digamos que, bien. Hoy en día somos amigos y ya está. 

¿Ven ahora por qué he optado por la soledad elegida? Es que paso de más quebraderos de cabeza y decepciones. 





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