Las madres que les hacen todo a sus hijos varones, víctimas (y verdugas) de la educación y cultura machistas, acaban por castrar a sus hijos. Incapacitándolos para la vida real y adulta. No obstante, no queda aquí el problema. Suelen ser individuos con baja tolerancia a la frustración. Reaccionan como un bebé con pataleta cuando algo no le sale bien a la primera o cuando algo les acaba por salir mal. Son incapaces de trazarse objetivos y metas en la vida, de ir a por ellos y de cumplirlos, de mantener vínculos duraderos, incluso de socializar.
En internet, hay un artículo de
un psicólogo, que traigo a colación aquí por su relevancia para el tema que nos
ocupa:
Fuente: https://blogs.elcomercio.es/psicologo-de-cabecera/2009/06/05/madres-castrantes/
Hay cariños
que matan, desde luego. Hay madres que tienen el gravísimo defecto
de someter a sus hijos hasta extremos de escándalo, sin querer darse
cuenta de que el daño creado es casi de juzgado de guardia, haciéndolo en
nombre del amor y quedando tan panchas. Madres escrutadoras,
inquisidoras que siguen todo el tiempo el rastro de sus hijos sin apenas
descanso ni respiro. Les llaman con frecuencia, algunas varias veces al día,
para saber dónde están, con quién y cómo, que están haciendo o van a hacer, si
han ido al cajero o qué pan han comprado. No importa que haga tan sólo algunas
horas que supieron de él o ella. El caso es tener completa información de sus
movimientos y hasta sus pensamientos. No sólo les llaman, sino que pueden
meterse en la vida sentimental del hijo para boicotearla. Si viven cerca
de la hija porque ésta ya tiene casa propia, o le piden la llave o allí se le
presentan sin haber previo aviso ni invitación filial, con la excusa de
ofrecerle un plato cocinado para el día. Otras veces exigen a su hijo que vaya
a visitarles con frecuencia y si no lo hacen le cae una buena bronca.
Frecuentemente le culpabilizan, manipulan y utilizan abierta o sibilinamente de
tal forma que el hijo se sienta atrapado en la culpa y con la sensación de
estar frustrando los deseos dominantes de su madre. La atmósfera de asfixia es
irrespirable mientras algunos hijos (si son únicos tienen más riesgo de sufrir
esa cruz) se someten, se ciñen, se pliegan y obedecen al dominio castrante
y quedan atrapados cual insecto en la tela de araña. Ante esas madres que no
ceden en su afán de dominio y de maltrato no queda más remedio que
declarar una desobediencia civil en toda regla, arriesgándose a sufrir un
escándalo, una riña severa, amenazas y gritos amén de manipulaciones verbales,
chantajes y a veces improperios. No importa. Ante esas madres
castrantes ¡desobediencia, hasta la liberación final! Es cuestión de vida
o muerte, de sometimiento o de liberación. Atención, hijo o hija esclavizada, o
te sometes o te libras del yugo. Casi no hay medias tintas. Tu vida privada es
sólo tuya y ni en nombre del cariño puede ser invadida o violentada. A veces,
la toxicidad es tan alta en un núcleo familiar que lo más sano es prescindir de
él.
Muchas veces,
estas mismas madres castrantes actúan de manera maquiavélica con sus hijos
varones. A los que quieren perpetrar en el rol machista. No les dejan cocinar ni
hacer nada en casa. Ellas les hacen todo, ¡hasta la cama! El resultado siempre
será un adulto incapaz de serlo. Por haber sido víctima de una mujer con
problemas de salud mental que jamás se trató: una madre castrante.
La vida es muy
corta y solamente es una, vívela con libertad y hazte cargo de las riendas de
ella. No dejes que nadie te robe el placer de vivir. Y de hacer todo por ti
mismo/a. Disfruta de tu intimidad y no dejes que nadie entre en ella, salvo que
tú quieras. No te dejes anular como ser humano, es el peor de los maltratos.
En Los Gigantes,
a 30 de noviembre de 2023.
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