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sábado, 29 de junio de 2024

“Cuatro miradas” de Esther Albarrán.

 

“Cuatro miradas” de Esther Albarrán.

 

Este libro llegó a mis manos paseando por Bilbao, me encontré con la propia escritora.

Ya de entrada, al leer la contraportada, me retrotraje a Almudena Grandes con su “Atlas de geografía humana” en el que cuatro amigas; Marisa, Rosa, Ana y Fran paseaban por Madrid sus crisis existenciales, propias de la cuarentena en las que estaban inmersas, arropadas por la amistad de profundas raíces que las unía.

“Cuatro miradas” tiene 204 páginas, con un tamaño de letra bastante agradable (sí, sí, aunque lleve gafas, ya miro mucho esto del tipo de letra en los libros físicos). En la novela de Albarrán, las cuatro amigas son Carla, que pone de manifiesto el techo de cristal al que se enfrenta la población femenina española en el mundo laboral, Gabriela la eterna cuidadora, Marina la “seña perfecta”, obsesionada con el orden y la organización y a quien todo su mundo se le derrumba por la infidelidad de su pareja, e Irene la diseñadora gráfica (otra similitud con el libro de Almudena Grandes, en el que la diseñadora gráfica era Ana) que viaja hasta Guatemala en plena catástrofe natural para buscar a Manuel, dejo a la lectora/el lector descubrir quién es Manuel en la vida de Irene. Y, al igual que en la novela de Almudena Grandes, nos enfrentamos a lo largo de la novela a sus crisis existenciales y al valor de la amistad.

De todas ellas, con quien más me identifiqué fue con Gabriela, la que cuidaba a su madre con Alzheimer y tenía dos hermanos. Aunque a ratos también con Irene, por su faceta artística, filántropa y bohemia tan incomprendida por muchos de sus seres queridos. Y porque su relación con Manuel es muy parecida a mi relación con un ex a quien tuve como mejor amigo durante mucho tiempo y recientemente acabó decepcionándome de manera atroz.  

Y me acordé mucho de mi grupo de amistades inglesas, con quienes también quedaba cada martes por la tarde (beer’s day lo llamábamos) para conversar, reír y olvidarnos de todo frente a unas buenas pintas de cerveza, mientras nuestros/as hijos/as jugaban en el parque de enfrente del bar donde nos reuníamos. Luego los/las niños/a crecieron, se convirtieron en adolescentes y adultos/as y dejé de subir al bar de los martes, inmersa en las obligaciones laborales y domésticas y cansancio diarios, pero sé que debo pasarme por el bar algún martes, ellas siguen ahí cada tarde de beer’s day. Y, a decir verdad, las extraño muchísimo.

La novela transcurre en Bilbao y en ella he podido identificar varios locales en los que estuve, como la hamburguesería de Paco, las mejores hamburguesas caseras de la ciudad, el Starbucks de la Gran Vía bilbaína, la calle Santa María (la mejor para comer pintxos y disfrutar de un exquisito vermut a la bilbaína).

El título me parece acertado (pues son las cuatro miradas de las cuatro amigas, cuatro historias separadas que se entrelazan en una sola por medio de la amistad que las une), la portada también (ese cafecito con dulces que compartían ellas cada martes) y sin duda alguna es una lectura amena, me lo leí en una tarde, y que recomendaría. Sobre todo, para hacernos recordar que en esta vida lo verdaderamente importante no se logra comprar con dinero: el amor, la amistad verdadera, las tertulias entre amigas/os…

 

En Los Gigantes, a sábado 29 de junio de 2024. El día del concierto de Ed Sheeran en Tenerife, al que no fui por quedarme sin entradas (cuando lo recordé hace unos meses, ya era demasiado tarde y se habían vendido todas).

 




 

 

 

 

 

 

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