Adil Benmaarouf
Carta de despedida
Adil,
hoy tu partida me ha hecho llorar de una manera que no esperaba. No por el daño que nos hiciste, porque eso quedó atrás, juzgado y cumplido, sino porque, a pesar de todo, fuiste una de las partes más importantes de mi vida, mi único marido y el padre de mi hijo.
Lloro por el hombre que pudo haber sido y no fue, por lo que la enfermedad te arrebató demasiado pronto, y porque la vida siempre es demasiado corta. No lloro desde el rencor, sino desde la compasión que siento como ser humano.
Te perdono, porque cargar con odio no me haría libre y yo nací para hacer el bien. Prefiero soltarlo y quedarme con lo bueno: con el recuerdo de los instantes en que sí hubo amor, con el regalo más grande que me dejaste, nuestro hijo. Ese es tu legado, y en él hay luz.
Que Dios te acoja y te conceda paz en su reino.
Yo también encuentro paz al escribirte estas palabras.
Hoy hubieras cumplido 50 años. Falleciste dos días antes. Allá donde estés, deseo que seas feliz y estés en paz. Ya libre de la enfermedad y del castigo de las adicciones que te impidieron ser feliz y ser quien realmente habitaba en tu interior.
Descansa en paz, Adil. Al fin y al cabo y pese a todo fuiste el único hombre del que me enamoré.
Comentarios
Publicar un comentario