Los abrazos limitados
Camino por la vida como quien cruza un campo de minas,
con cuidado extremo de no activar alguna bajo mis pies. Una vez, en mi juventud
veinteañera, ingenua y confiada, corrí a través de lo que creía un campo de
lavanda. Pero todo explotó. Cada paso se transformó en una herida, y desde
entonces mi andar es cauteloso, marcado por el recuerdo de aquellas
detonaciones que me enseñaron, a golpes, que la vida no siempre huele a flores.
Hoy, ya sin la venda de la inocencia, no tengo
grandes expectativas con las personas. Mis años pesan más en decepciones que en
alegrías en el equilibrio de mis relaciones. Lo curioso, quizás lo más
doloroso, es que siempre intento comprender a quienes me hieren. Les ofrezco
más oportunidades de las que merecen, tratando de mirar más allá de sus actos,
de tener empatía con sus historias. Hasta que, un día, decida cerrar la puerta.
Doy carpetazo definitivo y la aparto
de mi vida P-A-R-A S-I-E-M-P-R-E.
Pero en este caminar de puntillas, entre desconfianzas
y desencantos, hay algo que no puedo ignorar: los abrazos. ¿Cuántos abrazos
podemos regalar a un ser querido en nuestra vida? Trabajo con números; la
contabilidad es, de algún modo, mi forma de interpretar el mundo. A veces,
hasta los sentimientos se convierten para mí en una fórmula, en una cifra
exacta.
Mira:
1 abrazo diario durante 75 años :
- 1 abrazo
diario × 365 días = 365 abrazos al año .
- Durante 75 años: 365 ×
75 = 27.375 abrazos .
Y es ahí cuando me asalta la certeza de lo efímero.
Los abrazos, como los días, son limitados. No se pueden almacenar ni rescatar
del pasado. Cada abrazo que no damos, cada muestra de afecto que guardamos en
el rincón oscuro de la indiferencia, se desvanece como el eco de un suspiro que
nunca fue. Se pierden en el vacío del "ya no", donde ni la memoria
puede alcanzarlos para revivir
Sí, es necesario andar con cuidado entre las personas.
Pero no debemos escatimar el amor hacia quienes realmente importan. Abrazar sin
reservas a nuestros hijos, a nuestros padres, aunque las relaciones no siempre
sean como soñamos. Tal vez ellos, como nosotros, son el producto de contextos
difíciles, de heridas no sanadas. No podemos exigir peras al olmo, pero podemos
extenderle la mano.
Abracen a vuestros hijos, hermanos, sobrinos, amigos,
primos. La vida, implacable, avanza a una velocidad que no permite treguas.
Cada década es un suspiro, y lo más aterrador es que nadie sabe cuándo será su
último despertar, su último café, su última tarde, su último abrazo.
Demuestren amor. Porque aunque los abrazos sean
limitados, el amor y la huella eterna que éste deja en la tierra, no.
Ana Naira Gorrín Navarro.
02/01/2025.
Precioso texto. Muy inspirador, amiga. Este texto es un verdadero regalo, un abrazo en sí para el corazón.
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