La Paloma y mi relación con Ella
Abril de 2008. Me encontraba a las puertas de un juicio en el que, literalmente, me jugaba la vida: estaba en juego la custodia de mi único hijo, entonces apenas un bebé. En los juzgados de violencia sobre la mujer, aguardaba en aquella pequeña sala de paredes forradas de madera, pensada para aislar a las víctimas de sus agresores, pero que parecía impregnada de todos los dolores que había presenciado. Yo era un mar de lágrimas, naufragando entre pensamientos abominables que mi mente no dejaba de dibujar como posibles desenlaces.
En ese preciso instante pronunciaron mi nombre. Crucé el umbral hacia la sala con la estampa aferrada entre los dedos. Antes de entrar, miré a los ojos de aquella Virgen desconocida y le recé en silencio, pidiéndole que todo saliera bien, que pudiera mantener a mi hijo a salvo y junto a mí.
Ese día, contra todos mis miedos, todo salió mejor de lo que podía imaginar. No solo obtuve la custodia de mi hijo, sino que el juez suspendió la patria potestad del padre. Comprendí que, aunque tendría que ser madre y padre a la vez, la justicia había decidido proteger el interés de mi niño.
Ya en casa, con el pulso sereno, busqué quién era aquella Virgen. Fue entonces cuando lo supe: era la Virgen de La Paloma. Desde aquel instante se volvió especial para mí. Años después, en mi primera visita a Madrid con mi hijo, lo primero que hice fue llevarlo a conocerla.
¡Feliz día de La Paloma a todos/as los/las madrileños/as y felicidades a todas las Palomas!
En Los Gigantes, a viernes 15 de agosto de 2025.
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