Las otras niñas, de Santiago Díaz Cortés
En menos de siete días devoré Las otras niñas, el segundo libro de la trilogía de Indira Ramos escrita por Santiago Díaz Cortés.
La
trilogía de la inspectora Indira Ramos está formada por:
1.
El buen padre (2021)
2.
Las otras niñas (2022)
3.
Indira (2023)
Al
menos en los dos primeros títulos percibí una serie de recursos narrativos que
hacen de Santiago Díaz un auténtico maestro del suspense. Cierra y abre
constantemente hilos narrativos, deja preguntas sin respuesta al final de los
capítulos y las rescata más adelante, manteniendo al lector atrapado. Ese
recurso, según mis apuntes de escritura creativa del curso que hice con Cursiva
de Penguin Random House (mi tutor fue el escritor José Rafoso y saqué un
10/10 como notal final) combina:
·
Cliffhanger narrativo
(engancha al lector al final de cada capítulo).
·
Narración fragmentada o alternancia de tramas
(abre varias líneas aparentemente sueltas que se entrelazan después).
·
Suspense retardado (pospone la resolución de escenas
clave durante muchos capítulos, aumentando la tensión).
Es
un estilo muy “televisivo”, fruto de su bagaje como guionista, y por eso sus
novelas poseen un ritmo adictivo. Aunque superen las trescientas páginas, se
leen con avidez, casi sin darte cuenta. Te sorprendes en tu puesto de trabajo
pensando en Indira o en Lucía Navarro, deseando llegar a casa para descubrir
qué sucede después con los personajes.
He
de confesar, sin embargo, que también sufrí leyendo Las
otras niñas. Es un libro de ficción inspirado en hechos
reales, y ahí reside su potencia: Santiago Díaz juega con la memoria colectiva
del caso Alcàsser para transformarlo en motor narrativo. El resultado es un true
crime novelado que mezcla realidad y ficción, sin abandonar el pulso
trepidante del thriller.
Sé
que en Netflix está disponible el documental sobre el caso, pero he preferido
no verlo hasta terminar la trilogía, para no condicionar mi lectura. Porque,
aunque lo que narra Santiago Díaz es ficción, Antonio Anglés y su perfil
criminal son una realidad espantosa. Recuerdo que en la Facultad de Derecho, en
una clase de Penal (mi asignatura favorita), un profesor nos dijo que por cada
cien personas, una o dos podían desarrollar “mentes criminales”, con
predisposición estable a delinquir y ausencia de empatía, y que hasta diez de
cada cien cometerían al menos un delito en su vida. Aquel día miré alrededor,
en un aula anfiteatro con más de doscientas personas, y pensé que entre dos y
cuatro de los allí presentes podrían ser psicópatas, y que hasta una veintena
delinquirían algún día. Imaginen las cifras trasladadas a una gran ciudad de un
millón de habitantes.
Díaz
se mete tan de lleno en la piel de Antonio Anglés que tienes la sensación de
leer directamente su mente. Por momentos llegas a sentirte él, y entonces el
asco y el rechazo se apoderan de ti (aunque sospecho que un psicópata, en lugar
de rechazo, sentiría identificación). Anglés no es un criminal “justiciero”
como Dexter, sino un asesino deplorable. La diferencia moral es abismal: no es
lo mismo matar como venganza de un mal sufrido que causar dolor porque se
disfruta con ello y hasta se obtiene placer sexual. Dexter es el antihéroe que
muchos admiran; Anglés, en cambio, es el asesino psicópata que todos desearían
ver ajusticiado de la peor de las maneras.
Y
lo más admirable es que Díaz no solo se mete en la mente del criminal, también
domina la psicología del resto de personajes, alternando voces y perspectivas,
siempre desde un narrador omnisciente impecablemente sostenido. Eso, créanme,
es muy difícil de lograr, y él lo consigue con maestría.
El
caso Alcàsser marcó un antes y un después en la televisión de los noventa.
Programas como Esta noche cruzamos el Mississippi
(Pepe Navarro) y Crónicas Marcianas
(Javier Sardà) explotaron el morbo hasta límites hoy impensables: mostraron
imágenes forenses, invitaron a videntes y falsos expertos, alimentaron teorías
conspirativas y lograron audiencias récord a costa del dolor ajeno. Nieves
Herrero, que hizo un programa en directo desde Alcàsser con los padres
presentes, fue duramente criticada, y el Mississippi quedó
marcado por el sensacionalismo. Aquel crimen no solo estremeció a España:
inauguró una era de telebasura en la que el sufrimiento humano se convirtió en
espectáculo.
Yo
viví todo aquello con angustia. Tenía 13 años cuando sucedió el crimen y
empezaba a abrirme al mundo. Tenía 14 y 15 durante el juicio mediático inicial,
16 a 18 años cuando la televisión explotó el caso sin pudor, y cumplí 18 en
1997, coincidiendo con el juicio en la Audiencia de Valencia, ya en La Laguna
estudiando Derecho, lejos de mis padres. Me dolió atrozmente lo que les ocurrió
a Toñi, Desirée y Miriam. Ese dolor me marcó para siempre. Yo, la mayor de tres
hermanos, rebelde y en continua disputa con mis padres, comprendí entonces que
quizás lo único que intentaban era protegerme, aunque sus modos no fueran los
más acertados. De hecho, fue ese caso el que me metió el miedo real en el
cuerpo, el que me hizo abandonar prácticas como el autostop, que hasta entonces
veía inofensivas.
A
día de hoy, con el paso del tiempo y la maternidad vivida en solitario,
reconozco que mi padre solo quería evitar que me sucediera algo terrible. Ese
miedo, que nació de Alcàsser, me acompaña hasta hoy.
Y
ahí reside la grandeza de Las otras
niñas: Santiago Díaz nos obliga a mirar de frente ese miedo
colectivo que nos atravesó como sociedad y que aún late en nuestra memoria. Con
un pulso narrativo arrollador, convierte el dolor en materia literaria y el
suspense en arte, logrando que el lector no solo lea, sino que viva la
historia. Por eso este libro no es un simple thriller: es una
experiencia que te sacude, te incomoda y, a la vez, te atrapa con la fuerza de
lo inolvidable.
Con
Las otras niñas, Santiago Díaz no solo
confirma que es un maestro del género negro en España: para mí, se ha
convertido en un autor imprescindible, de esos que uno recomienda sin titubeos
y que ya forman parte de mis escritores favoritos. Mañana empezaré el último de
la trilogía, Indira, y lo
haré con una sonrisa, porque en muchos aspectos me siento profundamente
identificada con ella.
Ana Naira (Nayra) Gorrín Navarro.
En Los Gigantes, a domingo 24 de agosto de 2025.
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