EJERCICIO DE ESCRITURA AUTOMÁTICA (MI TIPO DE ESCRITURA).
Ejercicio, construir en dos minutos
(cronómetro en mano) un relato de 180 palabras como mínimo, que contenga las
palabras: ESTRELLA - ALGODÓN - MAR - CAMINO – SOMBRA
En aquel camino serpenteante, entre polvo y tierra reseca,
donde tantos días de calima se desvanecieron en el aire, nos encontramos. Tú
venías de tu pueblo, yo me dirigía al mío, y nuestras miradas se cruzaron con
la magia de un instante. Fue un flechazo tan rápido como el latido del alma.
Sonreímos, nuestras miradas danzaron juguetonas, y no tardaste en acercarte, en
saludar, en preguntarme mi nombre, en ofrecerme, con esa caballerosidad tan
tuya, acompañarme hasta tu pueblo. En ese primer viaje juntos, prometimos vernos
al día siguiente, y luego el siguiente, y el siguiente, hasta que el tiempo,
cómplice y fiel, nos ató en un compromiso de amor. En una tarde radiante de
verano, sellamos nuestro pacto eterno en la iglesia de tu pueblo.
Nos fuimos a vivir en lo alto de la casa de tus padres, en Alcalá,
donde construimos nuestro hogar. Desde su azotea, cada noche éramos testigos de
la magia de la bóveda celestial canaria. Mi estrella favorita era
aquella que más brillaba, sin saber entonces que, en realidad, la que iluminaba
mi vida con más fulgor era la que, a mi lado, sujetaba mi mano y me abrazaba
con el alma.
Eras un trabajador del Mar. ¡Ay, la Mar! Tu primera esposa,
celosa y feroz, que nunca permitió que te perteneciera. Como pescador, surcabas
las aguas aún de noche. Yo, costurera de oficio, trabajaba en casa. Nos
despertábamos al alba, desayunábamos juntos y compartíamos horarios de trabajo.
¡Cuánto éramos felices, sin saberlo!
El primer hijo vino pronto, con cabello de algodón, como
tú, rizado, suave y esponjoso como la seda. Toño, que llevaba tu nombre,
Antonio. A ti siempre te llamamos Tony, a él, Toño. Y yo, tu Manuela, siempre
enamorada de ti.
Una noche aciaga, el Mar, celoso y cruel, te devoró. El barco se
partió en dos y ni tú ni tus compañeros fueron encontrados. Eso es lo que más
me duele, no poder llevarte flores cada noviembre, no poder llevar a nuestro
hijo a tu tumba y hablarle de ti frente a ella. En su lugar, lo hacemos frente
a la Mar, esa mujer celosa que, por siempre, te arrebató de nuestra vida.
Toño logró que no me convirtiera en una muerta en vida, pero
durante muchos años esperé, cada día, tu sombra en el recibidor de
nuestra casa, la misma sombra que solía aparecerse apenas oía tus llaves
atravesando la cerradura. Cuando faenabas en las costas africanas, siempre
regresabas ya entrada la noche, y yo te esperaba en mi mecedora, tejiendo,
mientras veía la televisión, con la mirada fija en el pasillo del recibidor,
deseando ver tu sombra cruzarlo.
Ya no hay sombra ni estrellas, pero nuestra historia de amor
permanecerá eterna, grabada en cada rincón de mi viudo corazón.
Tiempo cronometrado: 1 minutos 02 segundos.
Ana
Naira Gorrín Navarro.
01/02/2025.
Relato ficticio, ejercicio de escritura automática.
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