¿Qué es el otoño?
Mis otoños canarios son únicos, diferentes a los otoños que siempre se imaginan en otras latitudes. Aquí, el aire huele a tierra volcánica húmeda, a hojas de plataneras caídas después de la primera tormenta. No hay alfombras de hojas naranjas cubriendo el suelo, pero sí senderos de tabaibas y cardones que resisten con fuerza, esperando el agua que, cuando llega, es un espectáculo.
El viento del alisio cambia de humor, y su soplo fresco trae consigo ecos del mar, del salitre atrapado entre las rocas negras de la costa. Es el viento el que me recuerda que el verano se ha despedido, aunque el sol siga calentando durante el día y la brisa nocturna traiga consigo un toque frío que invita a buscar la manta de lana.
Mis otoños son también de charcos en los caminos de tierra roja, donde los niños saltan y ríen, como si el agua fuera un premio tras la larga estación seca. Son los momentos en los que el campo empieza a reverdecer con fuerza, y los barrancos despiertan, llenándose de vida con la primera escorrentía.
El cielo se vuelve protagonista. Los atardeceres en esta época son de fuego: nubes rojizas que tiñen el horizonte mientras el sol se esconde tras el Teide o tras alguna montaña en Gran Canaria. Y, si hay suerte, la lluvia deja arcoíris sobre los acantilados, como si la tierra misma quisiera recordarnos su magia.
En casa, el olor de la vieja cafetera se mezcla con el aroma de castañas asadas. Y si cierro los ojos mientras las escucho crepitar, puedo imaginarme en cualquier rincón de la isla, bajo una palmera movida por el viento, sintiéndome pequeña y afortunada en este otoño sin hojas, pero lleno de vida.
Ana Naira Gorrín Navarro.
01/02/2025.
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