Lo que nos distingue

Hace unos días se hizo viral el vídeo de una madrileña que, en redes sociales, se lamentaba del carácter excesivamente relajado de los canarios. En concreto, de los canariones. Según relataba, acudió a almorzar a un restaurante en Gran Canaria y observó, con asombro, cómo los comensales prolongaban su estancia más de una hora tras la comida. Al preguntar a un camarero, este le respondió que aquí la gente es libre de ocupar la mesa tanto tiempo como desee cuando se trata de un encuentro entre amigos o familiares. “Es lo normal”, afirmó. Según ella, en Madrid, a la hora ya están invitándote a marchar (aunque, a decir verdad, jamás me ocurrió tal cosa en la capital; pero bueno, eso sostiene ella).

También se quejaba de que esa actitud tan chill desaparecía en la carretera, donde —aseguraba— los conductores se insultan sin miramientos. Ignoro por qué zonas de Gran Canaria se movería, pero al menos en mi isla, la tinerfeña, sucede todo lo contrario: la paciencia parece inagotable, incluso ante los turistas que, entre despistes, colapsan el tráfico y detienen el flujo de la circulación.

He de admitir, no obstante, que sí, que en Canarias nos sobra pachorra —esa calma nuestra, tan característica—. Nos tomamos la vida sin prisas, con una filosofía más contemplativa que intervencionista. Valoramos profundamente nuestras fiestas y tradiciones y, sobre todo, vivimos con el espíritu del Carnaval latiendo en el aire desde justo después de las Navidades hasta poco antes de la Semana Santa. Tras el Carnaval, se suceden las celebraciones populares, desde el inicio hasta el final del verano, para continuar con los Finados en octubre, San Andrés y los carros de Icod de los Vinos en noviembre. Y, como un ciclo que nunca cesa, regresamos a la Navidad.

Nos encanta la fiesta y rendir culto a Baco. Estoy convencida de que los vikingos y los guanches —nuestros nativos, especialmente en la isla de la que procedo— habrían hecho excelentes migas. Es ese porcentaje de ADN norafricano lo que, quizás, nos dota de una pachorra infinita, de esa apertura a la música y a los ritmos, de la alegría contagiosa, del optimismo, del espíritu vacilón y luchador que, aun en la adversidad, se manifiesta con una paciencia inquebrantable.

Claro que, dentro de este carácter isleño, cada persona posee su propio matiz. Yo, por ejemplo, soy la excepción que confirma la regla. Lejos de ser la calma en persona, vivo acelerada, siempre a mil por hora, con la necesidad de hacer las cosas cuanto antes, sin dejar nada para mañana. Tengo una tendencia innata a hacerlo todo rápido. Soy así. Pero eso sí: carnavalera hasta la médula. Y lo admito, me fascinan nuestras fiestas y tradiciones populares.

Hay una canción, parte de una campaña publicitaria de la cerveza Dorada, que nos representa a la perfección: A nuestro ritmo se vive mejor.

Y con ella te dejo…

¡Disfruta de la vida! Y, mejor aún, hazlo a un ritmo relajado. ¡A lo canario!

Ana Naira Gorrín Navarro.

Miércoles 26/02/2025.





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