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viernes, 28 de noviembre de 2014

MI TIEMPO DE CRIANZA. A CORAZÓN ABIERTO.

Creo que la Naturaleza marca un tiempo para cada cosa en esta vida. El tiempo de divertirse y explorar, en la adolescencia y primera juventud. El tiempo de enamorarse irracionalmente (según los científicos desde los 15 hasta los 26 años porque después de esta edad el enamoramiento de las personas no es tan irracional ni visceral. Sí apasionado, todo enamoramiento es apasionado, pero no es tan irracional). El tiempo de estudiar y prepararse para una profesión (aunque creo que una persona a lo largo de su vida ha de estar en constante reciclaje y nunca parar de estudiar, marcándose cada vez metas más altas). El tiempo de sentir sonar el reloj biológico y tener la necesidad imperiosa de satisfacer esa necesidad (según los científicos en las mujeres desde los 19-45 años, en mi caso empezó a los 19 y se concretó a los 25 cuando me quedé embarazada y felizmente asumí esa responsabilidad que, yo sentía, me encomendaba Dios). Y, no necesariamente en este orden (pueden invertirse los factores en el producto) el tiempo de trabajar y asumir responsabilidades, metiéndose en la marabunta de la vida de un adulto con hijos.

Es curioso que muchas amigas de mi edad, 35 años, que no tienen hijos, tengan la percepción de que "yo he perdido el tiempo", en el sentido de que por dedicarme a la crianza he dejado de salir de noche los sábados (en Canarias es típico que los jóvenes salgan los sábado noche y es muy raro el joven/la joven que no lo hace), he dejado de viajar en grupos de amigos/as,... Yo pienso lo mismo de ellas, pienso que están perdiendo un tiempo valiosísimo en la vida de una mujer para poder cumplir lo más bello que puede haber en la vida de una mujer: tener hijos. Para poder asumir con holgura las noches sin dormir, los madrugones y el tener que ir a trabajar sin dormir ni dos horas seguidas porque tu bebé recién nacido no ha pegado ojo o ha estado malito/a con fiebre y has tenido que controlar durante toda la noche la evolución de su temperatura. ¿Realmente creen que después de los 40 el cuerpo y la mente está igual que a los 25 como para poder soportar estoicamente este desgaste energético? Creo que para cada cosa hay un tiempo. Yo viví intensamente mi primera juventud (no puedo decir lo mismo de mi adolescencia). Quemé todos los cartuchos de experiencias que vivir por una post-adolescente.

Tiempo para viajar, tiempo para mí misma: tendré cuando mi tiempo de crianza me lo permita. El epicentro de mi vida es mi hijo. Mi trabajo es clave de bóveda de mis responsabilidades. Ahora quiero que mis viajes tengan otro perfil: viajes didácticos con mi hijo. Y no necesito las noches del sábado noche para divertirme, prefiero una guerra de cojines en el sofá tras terminar de ver una película de dibujos animados de Disney.

Porque, para mí: Ser feliz es saber vivir en el día a día, con actitud proactiva y resiliencia. Sin que tu pasado pese en tu conciencia en tu presente, sin que el pensar en el futuro te cree inseguridad y ansiedad. Levantarte cada mañana motivada/o con lo que haces, alegre, con una sonrisa que regalar siempre a los demás (aunque la noche anterior te hayas bebido las lágrimas de tu soledad o, simplemente, latigazos psíquicos de duras experiencias vividas en el pasado te desequilibren emocionalmente esporádicamente y necesites llorar para desahogarte o, tal vez, llamar a ese amigo que siempre se bebe tus lágrimas y escucha con paciencia). Ser feliz es dormirte cada noche con la sensación satisfactoria que da el deber cumplido.

Ser feliz es entregarle la mejor versión de ti misma/o a tu hijo/a cada día. A enseñarle que todo en esta vida se ha de superar, con fé y lucha diaria.

Ser feliz es ver crecer a tu hijo/a sano/a, con una sonrisa diaria de oreja a oreja. Es llevarle y traerle del colegio (si el trabajo lo permite, y si no se pudiera, al menos que tu hijo/a sienta constantemente que estás pendiente de él/ella), es sentirte partícipe de cada uno de sus proyectos escolares diarios, estudiar con él/ella cada tarde, implicarte en el ámbito de su colegio (creo que es una obligación de cada padre/madre pertenecer al AMPA de cada colegio), asistir a las tutorías mensuales y preocuparte activamente por la evolución académica de tu hijo/a.

YO SOY MUY FELIZ CON LA VIDA QUE TENGO, NO SIENTO QUE HAYA PERDIDO EL TIEMPO EN NADA Y SIENTO QUE ESTOY EN MI TIEMPO CORRECTO, EN EL TIEMPO QUE ME HA MARCADO DIOS Y LA NATURALEZA.





1 comentario:

  1. Es verdad que hay un tiempo para cada cosa. Y también que cada persona tiene un ritmo distinto. Y cada uno puede pensar que lo suyo es lo mejor. Yo, personalmente, nunca he sido de salir de marcha todos los findes, independientemente de la época y las responsabilidades que haya tenido en cada momento. Sí me gusta salir, me encantan los carnavales, etc... pero también disfruto de una tarde de sofá y libro, y de otros muchos placeres de la vida. Planteas dos opciones: o tener un hijo o ser una fiestera... hay más formas de vida. Y no todo el mundo estudia de joven o deja de estudiar cuando trabaja. Hay de todo. Gracias a Dios. La diversidad enriquece. Lo importante es ser feliz en cada momento de la vida. Y cada momento es distinto, con lo bueno y con lo malo. Con el aprendizaje y las satisfacciones. En lo único en lo que no estoy de acuerdo con tu artículo, es en el tema de la maternidad. No creo que sea lo más bello que pueda hacer una mujer con su vida, puesto que es despreciar a quienes han elegido (o no han podido) no optar por la maternidad, en pro de otras metas en la vida. Y creo que todas las opciones son igual de válidas y respetables. Nunca he creído que para realizarte como mujer necesites ser madre. Creo que una mujer es mucho más que un aparato reproductor. Aunque no por ello dejo de admirar a las madres trabajadoras.
    Un saludo.

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