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viernes, 6 de agosto de 2010
¡YIJAAAA!
-¡Yijaaa, Mamiii, ya nos va a tocar a nosotros! - Mi hijo no podía aguantar más la emoción retenida y en aumento mientras hacíamos la cola para nuestro turno de salida en tan trepidante tobogán, garantizador de positivas emociones. Escucho atenta las instrucciones del monitor y nos colocamos: Él delante de mí, para protegerle, al llegar al agua yo lo alzaba por dos razones: 1) para que yo no cayera sobre él, 2) para que no se introdujera en profundidad en el agua ( con su edad -según los pediatras hasta los 5 años son bebés- es nadador temprano y su osadía me hace ser más protectora con él pues reconozco en él el gusto por las emociones fuertes, el afán de subidón de adrenalina ante el peligro).
Trato de no expresar que tengo tantas ganas ( o más ) de gritar YIJAAA que él. Pongo rostro de póker y enfrío mis emociones, tomando el control absoluto de la situación y tranquilizando a mi hijo. Pero... ¡es verdad, es nuestro turno! (¡YIJAAAAAAAAAAAAAAAA!) Nos lanzamos y todo parece suceder a cámara lenta. Mientras en los laterales de nuestra visión todo parece suceder a la velocidad de la luz, vemos las palmeras a los lados ir a tanta velocidad que solo visualizamos el verdor de sus hojas como si de una pincelada grande y verdásea en un cuadro se tratara. Mi hijo alza los brazos al Sol y grita de alegría, su rostro toma mil y una expresiones ( por segundos miedo, por segundos felicidad, por segundos vértigo,..., las mismas expresiones que , seguramente, se ven en mi rostro), los ojos abiertos como platos, estamos a punto de llegar al agua, los bajones y subidas del tobogán nos producen cosquilleos en el estómago, el vello de punta, la carne de gallina, la tensión al extremo, la sonrisa amplia y la carcajada sonora, mirando al Cielo, limpio, celeste, lustroso. De repente entramos en el agua, saco rápido a mi hijo, a quien en ningún momento he dejado de agarrar por debajo de sus brazos. Él sale triunfal del agua, riendo a carcajadas, sostenido de mis brazos, yo aún estoy bajo el agua, con los ojos abiertos veo desde el agua nítida y transparente la figura de mi hijo con los brazos extendidos al Sol, riendo a carcajada limpia, manifestando al mundo su felicidad.
- ¡Otra vez Mami, vamos a tirarnos otra vez!
- YIJAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.........
Del sabor del verano y del tiempo de oro con mi hijo. Jugar con él es regresar a mi infancia, jugar con él es adentrarme en el mundo del que todos/as los/as adultos/as hemos salido y nunca debimos salir: la inocencia.
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