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lunes, 21 de noviembre de 2016

UN NUEVO SISTEMA MUNDIAL






Corría el año 1991, yo tenía doce años (uno menos que mi hijo ahora mismo) y como cada mes de septiembre mi madre me llevaba – con el fin de comprar el material escolar y libros académicos- a la Librería Kico. Una de mis librerías favoritas de mi zona en la costa suroeste de Tenerife. ¡Me encantaba perderme por sus pasillos atestados de libros!

Ese año tocaba renovar la mochila pues la anterior ya estaba muy viejecita y desgastada. Llegó el momento de escogerla, mis hermanos se arremolinaban entre las piernas de mi madre y yo me encontraba perdida en la sección de libros infantiles del Barco de Vapor, ¡cuánto me gustaban! Mi madre me llamaba desde el mostrador, detrás del cual y en una gran estantería casi a la altura del techo, se exponían mochilas de todos los tamaños, colores y estilos.

-         ¡Venga, Nayra! Deja de mirar los libros y ven a que escojas una mochila.

Fui rápido, más que con la ilusión de comprarme una mochila, con la intención de quitarme con celeridad de encima la obligación de escogerla. Pues mi madre siempre que íbamos a Kico me dejaba comprar un libro de lectura, quería elegir uno de los del Barco de Vapor pero para escogerlo leía primero cuidadosamente la sinopsis de cada uno. Y estaba indecisa entre cuatro favoritos, así que quería volver a releer las contraportadas para sortear el que me llevaría en esa ocasión.

Alcé la vista a la estantería. Repasé con la mirada de izquierda a derecha todas las mochilas. Una me llamó la atención. De color verde oscuro, con el anagrama de un oso polar y una frase debajo: “La tierra no pertenece al hombre, el hombre pertenece a la tierra. Gran Jefe Seattle, 1854”.  Y debajo de esta frase aparecía la firma de su autor.  ¡Me llamó poderosamente la atención esta frase! La pensé y… ¡le vi tanto sentido! A mí, que desde niña soñaba con viajar y que tenía una concepción de un mundo sin fronteras donde todas las personas, sin importar raza, credo ni religión fueran libres y amaran y cuidaran todo (personas, animales, naturaleza,…) esa frase me llegó a lo más profundo del corazón.

-         Ésa, la verde oscuro con esa frase en grande.
-         ¿Ésa? ¡¡Tan fea!! Si parece una mochila militar para chicos.
-         No, es bonita. Es que… ¡Mira lo que pone esa frase!

Kico le dio la mochila a mi madre. Ella leyó la frase pero no le prestó mucha atención, mis hermanos estaban muy inquietos corriendo de un lado a otro y ella, escuetamente, espetó:

-         ¡Pues venga, ésa misma! Elige ya el libro, pago y nos vamos ya que tengo prisa.

Fui corriendo a por mi libro. Otra vez me quedé atrapada leyendo las contraportadas de uno y otro, mirando las biografías de sus autores en las solapas internas y parándome a analizar con detenimiento lo que los rostros de sus autores me transmitían desde sus fotografías. Hasta que los gritos de mi madre desde el mostrador me sacaron de mi ensimismamiento y elegí uno de una niña llamada TANIT (lo recuerdo perfectamente), que vivía con sus padres en una casa de madera en el bosque, tenía un pastor alemán y un día paseando con él dio con la casa de una mujer a la que apodaban la bruja y que, supuestamente, vivía en una casa encantada.

Con el tiempo supe que esa frase de mi mochila estaba en una carta que un jefe indio mandó al presidente de EEUU Fraklin Pierce, en el año 1854, donde pedía que pusiera fin a tanta muerte y destrucción. Y donde le solicitaba que, por favor, el hombre blanco aprendiera a amar y respetar más la vida, en todas sus formas.

¡Qué lindo mensaje! Lejos de expresar rabia y rencor, los nativos americanos dieron la lección de amor, tolerancia y humanidad más grande de la historia y no sólo en el día de Acción de Gracias (investiguen ustedes mismos cuál es el origen de esta celebración en América y sorpréndanse) sino ese mismo día en que esa carta del Jefe Indio Seattle salió a la luz y se imprimió esta frase en cada rincón del mundo como paradigma del lema que nos une a todos los humanos: SER HUMANOS y depender de la Naturaleza, Madre tierra, para vivir y no al revés. Cuidar la tierra en la que naces y hacerlo con consciencia colectiva no individualista.






En estos días en que los populismos están haciendo merma, en que la globalización ahora ha resultado ser un gran problema para los capitalistas exacerbados que quieren acaparar sólo ellos todas las riquezas, o simplemente porque nunca entendieron lo que la globalización acarreaba consigo (trasvase no sólo de productos de un mercado a otro sino también de personas de un continente a otro y de unos países a otros), y por otra parte donde prácticamente ya da igual qué partido político nos gobierne pues, al final, quienes rigen los hilos mundiales son las macroeconomías, es decir, las macroempresas con sus egocéntricos intereses. Para mí esta frase del Jefe Seattle adquiere hoy un sentido único y lacónico, que deberíamos grabar a fuego en la memoria colectiva. Es más, creo que correspondería que estuviera grabada en la entrada de cada colegio, instituto, facultad universitaria e institución educativa pues es de suma importancia que la gente reaprenda a vivir y a convivir.






Ayer por la noche vi una película llamada YO, DANIEL BLAKE que me hizo comprender cómo fue posible que en el Reino Unido se votara a favor de la salida de Europa, (el british exit o BREXIT). El director de este film no es otro que el activista social (porque lo es, a través de sus obras cargadas de humanismo social) Ken Loach. En él retrata a un carpintero entrado ya en la tercera edad que, tras haberse pasado toda su vida trabajando, tiene que contemplar con máxima impotencia y frustración cómo el sistema (ordenamiento jurídico) laboral y de seguridad social británico le da la espalda tras haber sufrido un infarto. En sus idas y venidas a las oficinas de la seguridad social para que le arreglen su situación, conoce a una madre soltera a quien se le deniega todo tipo de ayudas, pese a tener el derecho a tenerlas. Daniel Blake, profundamente cabreado con el sistema en el que se confunde burocracia con mercado, se vuelve entonces el peor antisistema y le pide a esta madre soltera que se una a él en su lucha kafkiana pero digna de reconocimiento y, desde todas las perspectivas posibles, absolutamente fundamentada.




En la película YO, DANIEL BLAKE se dejaba patente lo absurdo de que quien dictamine las pensiones de incapacidad se le llame “decisión maker” (el que toma las decisiones) y de que el Ministerio de Trabajo siendo público sea de gestión privada. Y esto es fruto del capitalismo exacerbado que nos ha llevado a venderlo todo. Todo tiene que pasar, al parecer, a manos privadas con la excusa de que gestionan mejor. Y he aquí la clave de bóveda del monumental cabreo de los británicos con todo lo que tenga que ver con la Unión Europea, a la que ven como una falacia para capitalizar en exceso todo y para pasar todo lo público a manos privadas (y es aquí donde las macroeconomías, es decir, las macroempresas, meten el diente y dirigen con su batuta), destruyendo el sector público con todo lo que esto acarrea para una nación pues si se aniquila lo público, se demuele la conciencia y fuerza colectiva, echando abajo no sólo la motricidad del grupo (nación) sino también la dignidad del mismo. Y cuando se llega a este punto, la población ya está gravemente deprimida y desolada. Quedando todos como en la Antigua Grecia donde se les daba opio al pueblo para tenerlo adormecido y para inocularles la idea de que ellos por sí mismos no son nada, pero es que además tampoco lo son en grupo pues su conciencia grupal ya ha sido destruida.

En la película se refleja la idea de que son estas mismas políticas neoliberales del mercado las que han incluso influenciado en el lenguaje de los británicos, ya no se es ciudadano, se es cliente o usuario (decía en la película un cabreado Daniel Blake), ¡¡y cuando un inquisidor conquista tu lenguaje, ya te ha vencido!! Y de esto saben mucho los británicos (STOP, SANDWICH, COACHING, EMAIL,….).





Koach deja patente el problema de la vivienda social. En Reino Unido desde siempre se habían construido muchas viviendas sociales pues eran un servicio a la sociedad y todo el mundo tiene derecho a una casa. Grupos de viviendas con parques, cerca de hospitales y colegios proyectadas hacia las familias (toda clase de familias pero en especial las monoparentales, por lo difícil que es sacar a unos hijos estando solo). Pero esto se derrumbó cuando se dejó todo en manos de la especulación del mercado. Pues éste sólo construye donde puede vender y así la vivienda social empezó a venderse y alquilarse a precios desorbitados, perdiendo la finalidad inicial para lo que fueron creados. Y, de nuevo lo privado comiéndose lo público.


Lo que no tengo claro es que el REINO UNIDO encuentre ahora una salida a sus problemas, pues no es que los tuvieran ellos solamente, ¡¡ES QUE SON PROBLEMAS GLOBALES!! Porque el mundo entero, el globo terráqueo entero, está sumergido en un capitalismo exacerbado que ha llevado a la destrucción de lo público en pro de lo privado, que hace que cada vez haya gente más pobre y gente muy, muy, muy rica. ¿No habrá que hacer una redistribución obligatoria de la riqueza (ese famoso 0.7 % que quedó en mero papel pintado) para que las ¾ partes del mundo dejen de ser pobres mientras ¼ acapara todas las riquezas? ¿No vemos que los problemas de los demás al final son nuestros problemas? (refugiados llegando en masa a costas europeas). Creo en una GLOBALIZACIÓN HUMANITARIA, NO EXCLUSIVAMENTE CAPITALISTA. QUE NOS LLEVE A UN NUEVO SISTEMA ECONÓMICO Y SOCIOPOLÍTICO GLOBAL.

Pero me temo que tendremos que pasar muchas miserias y muchas décadas de malos entendidos, de “jalarnos los pelos los unos a los otros” y  de profundos exabruptos (como la victoria de D. Trump, entre otros) para llegar a una solución eficiente y colectiva de un problema que ya nos afecta a todos.





ANA NAYRA GORRÍN NAVARRO.

A lunes, 21 de noviembre de 2016.  

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