Pasamos de la fascinación mutua al odio. Nos peleamos fuerte el año pasado. Vecinos, amigos, almas confundidas.... Nos dejamos de hablar y ahora que me he acercado yo a ti porque ya no soporto más esta enemistad, ¡me has abierto las puertas de nuevo! ¡Gracias!
Pero ¿no te das cuenta de que cuando me dices que estoy loca es verdad, no te das cuenta de que yo tengo el alma rota? ¿Que la cordura emocional la tengo hecha pedazos, que estoy loca del corazón? ¡¡Que yo no me enamoro más, que lo hice una vez y me salió muy mal!! Que voy repartiendo los pedacitos de mi corazón porque no quiero otra cosa. Que para mí el sexo no es más que una necesidad física que satisfacer, como comer o respirar. Que para entenderme tienes que pensar de una manera liberal y dejar a un lado los prejuicios conservadores de tu alma gitana.
Pero eso no me convierte en un monstruo sino en la víctima de un monstruo que me aniquiló para siempre mi capacidad de amar de manera sana. Me siento cómoda en mi papel de mujer líbera, de mujer que no se enamora, que no se entrega, que se guarda siempre la mejor carta bajo la manga. Que nunca espera a que salga el sol para amanecer junto a quien se acuesta sino que antes de que amanezca ya se ha ido.
Pero, ¡gracias! Gracias por ser amigo de esta loca. Porque, en el fondo, algo nos une y por eso miramos en la misma dirección cada noche.
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