A dos metros bajo tierra: la vida, la muerte y el final más perfecto de la historia del cine
"A dos metros bajo tierra" (en inglés Six Feet Under) es una serie que deja una huella profunda en quien se atreve a mirarla de frente.
Cuenta la historia de la familia Fisher, que dirige una funeraria en Los Ángeles, y cada episodio empieza con una muerte —a veces trágica, a veces tan absurda que solo puedes reírte entre lágrimas—.
La muerte es el pretexto; la vida es el verdadero tema.
Creada por Alan Ball, el mismo guionista de American Beauty, esta serie no dulcifica nada: muestra la existencia tal y como es, con toda su crudeza, su belleza sucia y su absurda grandeza.
Quien llega al final sabe que pocas cosas en televisión o cine se pueden comparar a lo que sucede en su último capítulo.
Mientras Claire, la hija pequeña, se marcha en coche hacia su nueva vida, suena "Breathe Me" de Sia, y el espectador es testigo de algo revolucionario: un montaje que muestra cómo morirá cada personaje principal, a lo largo de los años. Con este montaje, cierran no solo las tramas: cierran las vidas enteras.
El final es brutal y sincero. Sin trampas, sin sentimentalismo barato. Un recordatorio de que nacer, vivir y morir son parte del mismo camino, y que solo importa cómo lo transitemos.
Este final ha sido aclamado por crítica y público como el mejor final de serie en la historia del cine y la televisión, y no es para menos: te rompe por dentro, sí, pero para reconstruirte mejor. Yo me convertí en un océano de lágrimas y se me quedó grabado para siempre en el corazón este final.
Lloras, pero no de pena: lloras de humanidad. De haber entendido algo que normalmente se nos escapa entre las prisas y el miedo.
Entre todos los personajes, brilla con luz propia David Fisher, interpretado magistralmente por Michael C. Hall.
David es el hijo que lucha por ser quien realmente es, en un entorno de expectativas, tradiciones y silencios.
Después de A dos metros bajo tierra, Hall se consagró interpretando a Dexter Morgan en la serie Dexter: el forense que por las noches se convierte en asesino de asesinos.
Y como si la vida imitara al arte, durante el rodaje de Dexter, Hall fue diagnosticado con un linfoma de Hodgkin. Pese a ello, siguió trabajando mientras combatía el cáncer, demostrando una fuerza y una elegancia que lo acercan mucho a los personajes que interpreta: frágiles por dentro, pero increíblemente valientes. Hoy en día está plenamente recuperado.
El rodaje del último capítulo de A dos metros bajo tierra fue un funeral real en el plató.
Cuando Alan Ball entregó el guion del final, los actores lloraron leyéndolo.
Durante las escenas, las lágrimas eran auténticas: no solo decían adiós a sus personajes, sino también a una etapa irrepetible de sus vidas.
Aquello no fue una grabación más: fue una ceremonia de despedida, íntima y dolorosamente hermosa.
Porque A dos metros bajo tierra no es, en realidad, una serie sobre la muerte. Es una carta de amor a la vida: a su caos, a su dolor, a su ternura escondida, a su absurdo y su breve maravilla.
Mi particular homenaje a la serie:
"Vivimos como si tuviéramos mil años por delante.
Amamos como si el amor fuera eterno.
Caemos, reímos, sufrimos, gritamos.
Y cuando al fin cerramos los ojos, no nos llevamos nada… salvo lo que nos atrevimos a sentir.
Eso es vivir. Eso es lo único que vale la pena."
Frases míticas de A dos metros bajo tierra (pequeñas cápsulas de sabiduría Fisher):
"Todo, todo, todo acaba. Y no siempre de una forma bonita."
"La muerte no es el final. Es solo otra forma de cambio."
"¿Y si esta vida fuera todo lo que tenemos? ¿Y si no hay nada más?"
"La vida es un error hermoso."
"La gente te quiere... hasta que dejas de ser útil."
"Hay belleza en la imperfección, pero nadie te lo enseña de niño."
"Nadie sabe cuánto tiempo tiene. Así que más te vale aprovecharlo."
"Amar es arriesgarte a perder. Y aun así, amar sigue mereciendo la pena."
Absolutamente recomendada: puntuación que le doy un 12/10.
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