Una bandera roja muy frecuente

Por desgracia, todo lo que he vivido me ha enseñado a detectar banderas rojas en los hombres desde las primeras citas o incluso en las primeras conversaciones. Una de las más frecuentes es esa necesidad constante de querer ser más que tú en todo.


Por ejemplo: estás contando con ilusión que acabas de publicar tu sexta novela y, sin haberte dejado terminar, te interrumpen para soltarte —literalmente, esto me ocurrió hace apenas unos días—: «Yo no he publicado aún, pero cuando lo haga será con la mejor editorial de España, no con una pequeñita».


En ese instante, una carcajada enorme resonó en mi interior, pero me limité a mirarle con la misma expresión de Anya Taylor-Joy durante la última jugada de ajedrez en Gambito de dama y, sin más, lo coloqué mentalmente en el saco de hombres que no me sirven ni como amigos.


Durante el resto de aquella (última) cita no volví a abrir la boca. Total, ¿para qué? Si ni siquiera me escuchaba...


Tal vez no borre su número de mi agenda, ni lo expulse de mis redes sociales —donde seguirá dejando un “me encanta” en cada uno de mis posts—, pero a mí él ya no me encanta.


Y no ha sido solo por aquel comentario, sino por otras joyitas. Por ejemplo (entre otras banderas rojas que capté al vuelo), me contó que tiene una "sirvienta" —sí, usa esa palabra— que le limpia la casa y le cocina, porque claro, desde que se divorció no sabe hacer nada en casa y lo tenía todo "patas arriba".


¿O sea que su exmujer se encargaba de todo el hogar, además de trabajar fuera y criar a los hijos? ¡Normal que se divorciaran! No me sorprende en absoluto...


He podido comprobar que la mayoría de los divorcios en España responden a dos patrones muy claros:


1) Violencia machista directa.


2) Violencia machista encubierta: nunca les pegaron una paliza, pero las hicieron responsables absolutas de la casa, de la crianza, de todo, mientras ellos apenas asumían nada.


Es triste que tantas mujeres me confiesen que tuvieron que divorciarse o separarse para que sus exmaridos, por fin, ejercieran como padres. Padres que hasta entonces habían sido totalmente ausentes, tanto en casa como con sus hijos.


Yo no tengo ningún problema en estar soltera a los 46. Pero sigo siendo una mujer ariana, sedienta de aventuras. Así que si algún hombre, por alguna razón, despierta mínimamente mi interés y me propone una cita, estoy abierta a salir a cenar, al cine, a conversar...


Eso sí, normalmente te manipularé sutilmente para que te sientas completamente relajado. Desde ahí, desde esa falsa comodidad, es cuando realmente dices lo que piensas. Y entonces es cuando yo actúo y...


¡Me marcho!



¡Ay, hombres! Evolucionen, en serio... Se están quedando atrás (no todos, pero sí la inmensa mayoría). 


Ana Naira Gorrín Navarro. 

20/04/2025.





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