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miércoles, 16 de septiembre de 2009
Crianza sin ira
Ese nefasto aire ácido que pulveriza la más fresca de las rosas vitales; la ira. El fuego de la boca del demonio y su pestilente alitosis.
Quienes son presa de sus garras chillan, gesticulan fuerte con sus brazos, desbaratan la tranquilidad de sus nervios , hipertensionan sus células llevando su buen estado de salud a los precipicios donde el suicida desparrama su vida y existencia.
La ira, ese monstruo que al aliarse con otros como el egoísmo, el individualismo,..., se convierte en el abominable hombre de las mil adicciones, maltratador físico y psíquico de todas sus presas.Aparece también en donde jamás debería aparecer, en escenarios de infantes, en hogares familiares cuyos padres, impacientes tantas veces, ceden ante los ataques de la ira y maltratan el amor que profesan a sus hijos con chillidos histéricos, jalones de brazo que, aunque creamos no duelen y son inofensivos, hieren el honor pues intimidan a los pequeños. Mejor tragarse ese nudo de ira en la garganta, mejor respirar profundo, pensar "es sólo un/a niño/a , no lo hace para fastidiarme". Y, ante una incontrolable rabieta , mejor no perder el control también nosotros/as, mejor no exaltar la ira. Pues quien con amor, sin ira, sin desasosiego e impaciencia es criado: amor, sosiego, dulzura y paciencia reflejará y plasmará en cada acto de su vida.
La tranquilidad y paz interior de quien educa es tan importante como la quietud del que quiere y va a conciliar el sueño cada noche. No podríamos conciliar el sueño bailando, de igual modo no podremos educar para amar desamando con la ira. La ira es ese movimiento nefasto, destructor y malévolo. Incompatible con la armonía y la dulzura de los primeros momentos , esos que son eternos en nuestra mente. Con la quietud y el sigilo que la paz del alma que es cándida , pura e inocente precisa.
Criar sin ira es vital para que esa alma nueva en este mundo frío, y tantas veces inhóspito por hostil, se sienta cobijada durante toda su vida (incluso cuando ya no estemos nosotros/as, sus progenitores y/o educadores-criadores) por la seguridad y el amor que quienes, educándolo en el buen camino, supimos transmitirle.
Bajar a la altura de nuestros/as pequeños/as, arrodillarnos en el suelo para dialogar cara a cara, frente a su carita, nunca cogerlo en brazos de imprevisto sin su permiso, son signos unívocos de respeto. Demos amor y darán amor, demos respeto y dará respeto. Espero....
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Como decía, creo que Platón, "educad a los niños y no tendreís que castigar a los hombres"
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