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lunes, 16 de agosto de 2021

Agosto de luna nueva con cambios

 Empecé el mes con la noticia de que volvía a mi puesto de trabajo. Así, el lunes 2 de agosto antes de las 8h:00 estaba ya abriendo la oficina, limpiándola (las montañas de polvo parecían dunas de Lanzarote sobre mi escritorio) y reorganizando toda la oficina (muebles, archivos,...). Llegué a casa agotada pero ilusionadísima con volver de nuevo a mis rutinas de hace casi un año y medio atrás (tiempo en ERTE). Por la noche, como antaño, preparaba con esmero mi ropa y calzado del día siguiente, como cuando regresas al colegio con la ilusión de estrenar un año académico nuevo, con el olor de los cuadernos nuevos y estrenando mochila y bolígrafos. Con esa misma emoción regresé yo a mi puesto de trabajo. 

Independientemente de la apertura del hotel, ya yo me he reactivado parcialmente y eso me encanta. Aunque tengamos que seguir con la mascarilla, el gel hidroalcohólico y la distancia de seguridad por unos añitos más (creo). 




En nada comenzará la Escuela Oficial de Idiomas y el curso Francés B1_1 que tanta caña, estoy segura, me dará.  Para ir quitando telas de araña de la mente en el cajón idiomas hoy he empezado con una lectura de las muchas que me había descargado al Kindle Unlimited (¿sabían que desde agosto está incluido gratuitamente si pagas anualmente el Amazon Prime?). Así, he empezado con este de la escritora indi francesa Suzanne Marty, que se perfila como una divertida historia de una joven pelirroja  que vive en París y es responsable de las sección de ventas de cosmética en el Gran Bazar de París, pese a haber estudiado en la Escuela de Comercio de París una licenciatura en Economía. Es una joven mal remunerada y explotada laboralmente, a la que no le va bien en el amor (va uniendo relaciones rotas unas tras otras) y en cuyo corazón se ha anidado, como en tantos/as jóvenes, la desesperanza. 

El primer capítulo (para los francófonos) dice así:


<< Premier chapitre :


Je suis une rousse des années 80. Française. Nul n’est parfait. À quinze ans, j’étais convaincue qu’en l’an 2000 ma vie serait aussi passionnante que celle d’Albator et aussi romantique que celle de Candy. Je serais une guerrière comme Pappy Boyington, j’aurais la classe d’Emma Peel, la force et le charme de Wonder Woman. J’accepterais des missions impossibles, j’explorerais la quatrième dimension. De preux chevaliers se battraient pour m’épouser... Il ne pouvait en être autrement. Il suffisait d’attendre. Les choses ne se sont pas tout à fait passées comme prévu.

Je m’appelle Cendrelle. Côté cœur, je suis célibataire par intermittence depuis 1995. Avant, je vivais en banlieue parisienne avec mon meilleur pote. J’étais gaie, insouciante, sérieuse... et inexplicablement frustrée. Je suis partie un matin avec ma valise et mon vanity à la recherche du prince charmant qu’on m’avait promis dans les contes de fées. Je ne l’ai pas encore trouvé. Pire : je n’ai plus le temps de chercher.

Côté pro, j’ai dépassé toutes les ambitions familiales. Les miennes aussi. Après une année de classe préparatoire horrible et deux ans de fac d’éco, j’ai réussi par miracle à intégrer la (très) Grande École de Commerce de Paris. Depuis cinq ans, je suis cadre au Grand Bazar de Paris République, filiale du prestigieux groupe Pinard-Pastis-Ragoût. Je vends des soutifs luxueux, des strings hors de prix, des crèmes antirides inabordables à des parisiens friqués et souvent mal lunés. Je suis surmenée, sous-payée, exploitée par l’enseigne, manipulée par la direction.

Si j’ai dû renoncer à vivre aussi romanesquement que Lady Oscar, je me demande quand même : suis-je prête à passer les trente-cinq prochaines années à trimer cinquante ou soixante heures par semaine pour vendre des produits de luxe à mes concitoyens ?

La question ne se posera peut-être pas. Depuis des mois, la fin du monde nous pend au nez. Bug de l’an 2000, invasion des extra-terrestres, guerre nucléaire, choc de comète, on a l’embarras du choix. Et pour une fois, tous les prophètes de pacotille sont d’accord : notre pauvre vieille Terre retournera à la poussière d’étoiles à minuit le 1er janvier. Alors pourquoi s’en faire...

En attendant, je bosse au Grand Bazar du mardi au samedi de 9 h 30 à 19 h 30. Le week-end, je comate sous la couette jusqu’à 11 heures, dans ma baignoire jusqu’à quatorze. Le dimanche après-midi, je lis ; de temps en temps je rends visite à ma famille ou je sors avec mes copains. À 22 h 30, je m’évade au pays des rêves...
À vingt-neuf ans et à l’aube du XXIe siècle, ma vie ne ressemble à rien >>.



Nota: rousse no es rusa, es pelirroja. Rusa es russe.

En otro orden de asuntos, sigo con la dieta, ¡ya no tengo tres cifras en mi peso sino dos! Aunque me está costando mucho seguirla y las dos últimas semanas me la he saltado más veces de las que debería (sobre todo los fines de semana en que he bebido mucho vino y comido muchas grasas saturadas y sales; papas fritas de bolsa, ¡ay, las Lays Mediterráneas qué ricas y crujientes son acompañadas de un buen vinito San Valentín blanco fresquito!). Cada sábado nos reunimos toda la gente de mi generación de Los Gigantes en el bar de una de las chicas del grupo de gente del pueblo y pasamos una tarde-noche (hasta medianoche) muy agradable con buena música, picoteo y alcohol (en mi caso vino). Es difícil resistirse a participar comiendo y bebiendo en estas ocasiones. No obstante, se puede hacer siempre y cuando entre semana lleves la dieta a rajatabla, cosa que yo no he estado haciendo estas dos últimas semanas. Por eso hoy lunes 15 de agosto me he propuesto retomarla con ganas, en esta ocasión recupero la primera que tuve, la termogénica, que tanto peso me hizo perder. 






    
Y, aunque mi hijo no quiere que hable nunca de su vida ni cuelgue fotos suyas recientes (que no lo voy a hacer) sí tengo que decir que me inquietan un tanto los cambios que se avecinan pues se inicia en la formación profesional y vienen cambios (de centro, de amistades, de estudios...) y esto me tiene muy nerviosa (tal vez por eso, como no sé gestionar mis emociones, me he refugiado un poco en los alimentos basura que tanta dopamina nos generan y por tanto nos hacen sentir falsamente bien). 

Confío en que al final todo salga bien. La vida es solo esto, problemas que resolver uno tras otro. Y aprovechar los momentitos de goce, paz y disfrute que se presenten y vivirlos intensamente. ¡No hay más! 

Me despido con una foto mía de este sábado, antes de salir al Apéro  du Samedi ...








¡¡SALUD, PAZ, SERENIDAD Y BUENAS COSAS PARA TODOS/AS!! 




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