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sábado, 17 de abril de 2010
CON OJOS DE NIÑA
Quisiera seguir viendo el mundo con la ingenuidad de quien en su alma nunca tuvo una tortura. Con la impaciencia de quien quiere aprender todo cuanto pueda en el menor tiempo posible en esta gran base de datos que es la vida.
Me gustaría perpetuar en mi mirada , sin censuras, la confianza al prójimo sin tener que mostrar, por uso social, la desconfianza socialmente aceptada y políticamente correcta. Pues para mí lo políticamente correcto sería confiar, aún en el desconocido, hasta que no se demuestre lo contrario. Pese a mis dolores por mi modo de ser, pese a mis heridas de guerra por ingenua haber sido.
Quisiera poder poner mi corazón guanche en tus manos, con la absoluta certeza de que nunca - con dolo , voluntad y conciencia - querrás herirlo, pisotearlo, ningunearlo, masacrarlo y espolvorearlo.
Clavar mis pupilas en tus retinas con la dulzura de una niña pequeña para quien el mundo es aún un lugar hermoso poblado sólo por seres bondadosos y , por ende, hermosos.
Ver cada día como si de una página en blanco en la que escribir todo lo que aprendemos se tratara. Sonreir por dentro y transmitirlo en la mirada a todo el mundo que llega a mi campo visual. Sonreir siempre; con la mirada, con el alma. Ir con mi frente amazigh bien alta y segura de que ningún hombre, por yo ser mujer, me hará sentirme inferior jamás, ni apresar mi alma en una jaula de imposibles dimensiones para un ánima que es Águila Real, ansiosa por volar en libertad. Como me dijo un buen amigo del pasado, alma gemela más bien, una vez: Eres viento y el viento es imposible enjaularlo.
Déjame ser viento.
Rotas las cadenas, abiertas las alas - ya curadas- , sentir el viento en mi cara y, nuevamente, ver el mundo con ojos de niña. Expectante siempre a capturar la belleza, el amor y la magnanimidad de La Creación. Obviando todo lo malo.
A no dejar de aprender nunca y enriquecer mi espíritu con las aportaciones que los demás depositan en él .
Mi ánima guanche me obliga a lanzar un grito de felicidad, amor y libertad y a mirarte siempre con ojos de infante.
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