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domingo, 10 de diciembre de 2023

Miedo al amor, negación del compromiso y algo de poliamor fracasado

 Tarde o temprano tendré que admitirlo: Huyo de las relaciones convencionales de pareja porque, después de todo lo vivido, tengo miedo a enamorarme y al compromiso. No obstante, algo en lo más profundo de mi ser me dice que algún día llegará esa persona con la que no hará falta explicar ni decir nada, porque él lo entenderá todo, por haberlo vivido de la misma manera que yo. En otros tiempos y lugares diferentes, pero con las mismas lágrimas. 

Amé con locura y sin medida, si muero puedo estar tranquila de haber dejado mucho amor en la tierra. No obstante, no considero haber recibido el amor en la misma medida en que yo lo di. Por eso, me he replegado en mi propio muro interno y solamente quiero lo mejor de las relaciones de pareja: la complicidad, esa amistad genuina que se forja entre una pareja que nace, quedarnos siempre en ese primer momento dulce, el sexo, la pasión, la sinceridad lacónica dejando claro que yo no renuncio a mi ostracismo de libertad solitaria. 

 Podremos compartir tiempos, seguramente los fines de semana, porque no trabajo y el tiempo del que se disponga para el tiempo de calidad compartido también es importante. No me gusta el stress de vernos con prisa entre semana, para luego cada uno volver a sus rutinas diarias, de las que ninguno de los dos, por no convivir, formamos parte. Y es que... Yo ya no quiero una convivencia. Al menos no por ahora. Al final ésta siempre ha sido una carga para mí: asumir más trabajo del que ya tengo en solitario. Porque... ¡Bendito Dios! ¿No hay un hombre en esta tierra canaria que pueda hacer lo mismo que una mujer en la casa? Al final terminan por delegar todo en la mujer con la que conviven. Y esto pesa mucho en las espaldas de una mujer moderna que lucha por la igualdad de géneros y detesta los improperios del patriarcado. Si yo paso la mopa, tú limpias el polvo, si yo friego el piso, tú vas limpiando los cristales... Pero sin que te lo tenga que decir, ¡es tu pu_o deber, jo_er! Y no eres un héroe por hacerlo, eres un adulto, ¡vive como tal! 

 Por eso, mejor sola que enervada todo el tiempo. Porque, seamos sinceros, la mayoría de hombres de mi intervalo de edad (44-48 años) que están disponibles (solteros, divorciados, separados) han sido educados en el machismo tradicional canario (el que critica Antonia San Juan en su monólogo "Entrevista con mi hija Mari"). Y es muy difícil descodificar de sus cerebros lo que ha sido grabado a fuego desde que eran bebés. Yo sólo tengo un hijo en este mundo, ¡siempre lo digo! No estoy, a estas alturas de mi vida,  para educar a otros hombres. Y ya no hablemos del miedo atroz que demuestran algunos cuando descubren que he publicado novelas, que hay menciones en prensa con mi nombre. Muchos de ellos, rápidamente, se han puesto a competir (patéticamente, todo hay que decirlo) conmigo, a escribir pequeños relatos y a enviármelos para que los corrija, porque... De repente, les han entrado ganas de también escribir novelas y de demostrarme que ellos pueden hacerlo mejor que yo. 😒 


 Una gran amiga mía, mi Maribel Gil a quien adoro, siempre me dice que los hombres por estos lares quieren tener una mujer fuerte e independiente, pero cuando la tienen, al final terminan por tenerle miedo y la pierden. Va a ser verdad. 

 Yo, desde octubre a hace unos días, he estado experimentando con algo. ¡Agárrense que viene algo fuerte! 

Fui sincera con dos hombres con los que empezaba a salir y les planteé la idea de una relación poliamorosa: no una relación abierta en la que cada uno puede salir con quien quiera, sino una relación en la que supieran, los dos, que yo tenía un amor en mi isla y otro en otra (los dos sabían exactamente quién era cada uno) y que iba a vivir las dos relaciones a la vez y sin esconderme. Al principio reaccionaron mal, luego lo aceptaron (creo que un poco de cachondeo, sin asumir la responsabilidad ni entender que yo iba en serio) y, por último, todo se ha ido al garete por los celos y la incomprensión del concepto.

 

 Es que... Al final, el 90 % de las parejas se acaban poniendo los cuernos. Entonces, ¿es la monogamia algo factible? Yo quería experimentar la poligamia para explorarla y, seguramente, escribir una novela con ella como protagonista. 


 Las indígenas de Lanzarote practicaban la poligamia, eran ellas las que tenían varios hombres, podían tener tantos como quisieran. Normalmente, tenían uno por cada estación e iban cambiando de hogar a la llegada de la primavera, del verano, del otoño y del invierno (¡qué cracks, las tías!). Yo quise intentar domesticar a mis dos canarios en la ideología nativa conejera, pero no me ha salido bien la cosa. 


Mi última relación sentimental anterior a este experimento que me duró dos meses fue en 2020, empezó con la pandemia y acabó por navidades de 2020, duró unos nueve meses. Él era ruso y yo salí huyendo de muchos patrones machistas que detecté en él. Siempre el mismo cuento, ¿verdad? Pero es que es así, aparecen las "red flags" y ya no puedo evitar salir corriendo. 

 Lamento mucho si mi honestidad y sinceridad hacen estragos. Soy como el agua cristalina, sin secretos ni dobleces. 


 Tranquilos, no volveré a experimental la poligamia. En esta sociedad actual canaria es I-M-P-O-S-I-B-L-E . Además, si no soporto a un hombre porque acaban siendo niños a los que cuidar, ¿voy a soportar a dos?

Una serie que les recomiendo ver en Netflix España para entender qué es el poliamor es la mexicana "Todo va a estar bien". Son sólo 8 capítulos de menos de media hora de duración cada uno. 



 



  





 


 

 







 

 

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