1) Escucha la canción de viento y Pinball 1973
Del que les puse post en mi blog, aquí el link: https://ananayra.blogspot.com/2023/06/escucha-la-cancion-del-viento-y-pinball.html
2) La caza del carnero salvaje.
3) El elefante desaparece.
4) 'Pas de Noël cette anée' (me lo terminé el dos de julio). También les dejé post, les pongo el link por aquí: https://ananayra.blogspot.com/2023/07/je-viens-de-finir-de-lire-en-francais.html
He tardado más de lo que había esperado en leerme 'El elefante desaparece'. De hecho, se me han solapado las lecturas de junio con las lecturas que tenía previstas para julio. Ahora tendré que leerme las de julio mucho más rápido. No obstante, son dos lecturas amenas: 1) After dark (que he empezado hoy) y 2) Sauce ciego, mujer dormida.
Les voy a dejar mis reseñas a La caza del carnero salvaje y El elefante desaparece.
La caza del carnero salvaje:
En La caza del carnero salvaje, la primera novela de Murakami que atrajo la atención internacional, el narrador anónimo ha sido abandonado por usar a su mujer, que ha huido con su amigo (esta idea es muy recurrente en las novelas de Murakami, tanto como la presencia de gatos, la música y el café con tostadas que desayunan sus protagonistas). Aburrido de su trabajo como redactor publicitario, se considera un mediocre. Una letra del tema de Irving Caesar de 1929 «Just a Gigolo» describe su vida: «El mundo sigue excepto yo».
Los protagonistas de Tokio Blues, La caza del carnero salvaje y Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, son todos personas «normales». Sin embargo, resultan fascinantes de un modo difícil de precisar. Al principio del libro no tienen ninguna habilidad o talento especial.
En busca de una oveja especial
El narrador de la novela, de 29 años de edad, trabaja para una empresa de publicidad en Tokio y lleva una vida solitaria y reglamentada. Está divorciado, no tiene hijos y tiene una novia que se pluriemplea como prostituta, correctora de pruebas y modelo de orejas. La primera parte de la novela es sorprendentemente realista y describe la fragmentada historia romántica del narrador y su desarraigada existencia en la ciudad.
La novela comienza con el descubrimiento por parte del narrador de que una mujer con la que tuvo un romance informal en la universidad -y cuyo título no recuerda- ha muerto atropellada por un camión que pasaba por allí. A continuación, la novela da un salto en el tiempo: el narrador está a punto de separarse de su mujer, por motivos que no se especifican. A continuación, avanza dos meses para describir a su actual novia, cuyas orejas le hechizan misteriosamente, pero que, por lo demás, no le resulta más que una extraña conveniencia.
La búsqueda del narrador comienza cuando un hombre bien peinado e inescrutable visita la organización de publicidad y marketing en la que trabaja el narrador. El hombre ha visto una fotografía que el narrador ha utilizado para una campaña publicitaria en la que aparece un rebaño de ovejas cerca de una montaña en algún lugar salvaje de Japón. El narrador recibió la foto de su nómada y solitario amigo Rat, que hace tiempo que desapareció de su vida, pero que le escribe cartas desde un número cada vez mayor de direcciones lejanas.
El turista de la empresa publicitaria necesita que el narrador haga dos cosas: retirar el anuncio del folleto y descubrir una oveja concreta que aparece en el anuncio, que se distingue de las demás por tener una marca en forma de estrella en el lomo. El turista da al narrador un mes para encontrar la oveja, y amenaza al narrador y a su socio con cerrar su empresa y arruinar su medio de vida si el narrador no lo hace. El veraneante aparece a instancias de una misteriosa y eficaz figura a la que solo se conoce como «el Jefe», que está mortalmente enfermo y que, de alguna manera, ha sido invadido psíquicamente por medio de la oveja que el narrador debe musicalizar.
El Hombre Oveja
El narrador y su amiga intentan localizar el paradero de Rata. Solo cuentan con el matasellos de su última carta como pista, que les conduce a una zona lejana y desolada de Japón. Allí, se alojan en una posada destartalada conocida como el Delfín e inician la búsqueda de la escurridiza oveja mágica. Esta búsqueda no conduce a ninguna parte al principio, sin embargo tienen suerte cuando el propietario de la posada les cuenta que su padre, del que está distanciado, es un antiguo ministro de agricultura y vive en el hotel.
El padre resulta ser una figura imponente aunque también arruinada, cuya vida se ha entregado a las mismas ovejas que el narrador intenta encontrar. Le cuenta al narrador que él, al igual que el Jefe, estuvo una vez «habitado» por esta oveja, pero que luego la oveja le abandonó. El narrador espía, además, en el vestíbulo del complejo, un cuadro que muestra la misma escena pastoral que la fotografía de Rata.
El narrador y su amiga suben a las montañas que rodean el pueblo en busca de las ovejas y los pastos de la fotografía. Son conducidos a mitad de camino por un agradable pastor de barrio, que luego los abandona para recorrer el resto del camino en una curva especialmente precaria.
El paisaje que encuentran es salvaje y solitario, aunque también apacible y hermoso. Se alojan en la antigua casa de verano de la familia de Rata, el lugar al que Rata le dio a entender al narrador que iba a ir una vez, en la última carta que le escribió. La residencia muestra signos y síntomas de haber sido habitada recientemente, pero Rat no aparece por ninguna parte, ni tampoco la oveja mágica.
Después de su primera noche juntos en la casa, la amiga desaparece y, aparte de las visitas ocasionales de un extraño híbrido llamado «el Hombre Oveja» -un hombre bajo y corpulento enfundado en un traje de oveja-, el narrador se encuentra completamente solo. Es un estado que para él es a la vez extático y desorientador. Durante los días siguientes se dedica a hacer la comida, pasear y visitar de vez en cuando al rudo y brusco Hombre Oveja, que se muestra evasivo sobre el paradero de Rata y de su novia.
El final de la búsqueda
Cuando un día el narrador se da cuenta de que el Hombre Oveja existe en el sofá de la habitación de Rata, pero no ofrece ningún reflejo en el espejo, se da cuenta de que el Hombre Oveja es una especie de espíritu, y quizás incluso un producto de la propia imaginación del narrador. Enfadado, llama al hombre de las ovejas y le dice que verá a Rata esa noche. Rata se presenta una hora antes de la hora acordada, pero insiste en que se sienten en la oscuridad mientras beben cerveza y charlan.
Resulta que Rata es, como ya sospechaba el narrador, un fantasma. Le cuenta al narrador que se ahorcó una semana antes de que el narrador ocupara la casa. Se ahorcó para matar a la oveja mágica, que había estado habitando en él, como antes había habitado en el Jefe y en el padre del posadero. Rata además le dice al narrador que había tenido que sacar a la novia del narrador de la residencia (no se sabe con certeza si fue o no asesinada alguna vez) porque había observado que su presencia era perturbadora.
También le confirma al narrador que el Hombre Oveja también era Rata, aunque en una manifestación excepcional. Rata desaparece entonces, después de decirle al narrador que tiene una cita al mediodía del día siguiente con el emisario del Jefe: el hombre idéntico que envió al narrador en su búsqueda para descubrir a las ovejas, para lo cual el día siguiente es también la fecha límite.
Al día siguiente, el narrador desciende la montaña. En el mismo recodo traicionero de la carretera en el que el narrador y su novia iniciaron la parte a pie de su viaje varios días antes, el narrador descubre al emisario y su coche con chófer preparado para él. El emisario, que curiosamente conoce desde hace tiempo la región del prado de la foto, expresa su satisfacción por la actuación general del narrador y le entrega un gran cheque. El narrador utiliza este vistazo para financiar el nuevo bar de su viejo conocido del lugar de origen, J, que también conocía a Rat. El narrador le dice a J que él y Rata serán sus «socios silenciosos». Luego da un paseo solitario por la playa cercana (que se ha urbanizado tanto que ya apenas es playa) y llora, por primera vez en la novela.
Conclusiones de La caza del carnero salvaje
En definitiva, La caza del carnero salvaje de Haruki Murakami ha sido para mí mucho más que una lectura ligera y entretenida para cerrar el día. Me ha gustado mucho, aunque hay algunos pasajes que me han dejado un poco perdida porque no entendía por qué se incluían en la historia o quedaban inconclusas ciertas historias. Sin embargo, a los que les guste lo surrealista y lo bizarro les encantará esta novela del ahora tan famoso autor japonés. Y, como siempre me pasa con Murakami: ¡Recomiendo también la lectura de esta novela!
Y ahora vamos con 'El elefante desaparece'
Antes que nada, decir que este libro son 17 cuentos cortos. El último es el que da título al libro. El hecho de que fueran cuentos cortos me hizo perder un poco la motivación por leerlo, sinceramente. Aunque disfruté leyendo de cada cuento, pero en el fondo me gustan más las novelas compactas que los cuentos desmembrados.
En esta ocasión, les pongo link a una reseña magistral que he leído en internet:
Y copio y pego la misma:
<< La normalidad del día a día llega a veces a asfixiarnos como un lodo espeso que penetra en nosotros a través de cada respiración; todo tiende a homogeneizarse, a calmarse, a volverse uniforme. A excepción, claro está, de que uno tenga los medios suficientes para romper la rutina a golpe de chequera. Lamentablemente, para la mayoría, que no dispone de esta extraordinariamente útil herramienta para hacer realidad fantasías que es el dinero en grandes cantidades, las jornadas van pasando y en ellas ocurren muchas menos cosas espectaculares de las que se desearían. Por supuesto, a veces tienen lugar eventos sorprendentes, que tras el impacto inicial, o no eran para tanto, o no somos protagonistas de ellos y por tanto pierden interés pronto. Por eso le llamaron realidad, porque es real. La fantasía es otro asunto.
Afortunadamente, si no se quiere seguir aquella filosofía del que me quede como estoy, existen opciones para investigar en el reverso de lo real, para adentrarse en ese universo de lo que no puede ser que tan buenos viajes nos ofrece. Nuestra imaginación puede conseguirlo, mediante ella somos capaces de rasgar la membrana y mirar al otro lado. Y si con nuestra imaginación no es suficiente, pues bueno, tenemos la de otros. Los libros de ficción son puertas abiertas a esos espacios imposibles que otros han construido por nosotros, y por suerte, hay un montón de ellos. Si dejamos fuera de la lista las obras absolutamente fantásticas o aquellas pertenecientes a la ciencia ficción más pura, tenemos un género al que se ha llamado de muchas maneras más o menos acertadas, como “realismo mágico”, y que de hecho, ahora mismo vive un gran momento.
Uno de los mejores representantes de esta corriente es el japonés Haruki Murakami (Kioto, 1949). En sus historias, para quien no haya leído nada suyo todavía, todo es aparentemente normal hasta que o bien irrumpe un acontecimiento que lleva todo al extrañamiento, o directamente desde el principio, lo real y lo irreal van de la mano enroscándose lo uno en lo otro como en una doble hélice de ADN literario. Para más gloria de su ya abultada lista de obras publicadas -Murakami es un autor ciertamente prolífico-, acaba de llegar a España su libro de cuentos El elefante desaparece, que se integra en el catálogo de Tusquets Editores, en el que ya hay dieciocho obras del nipón entre novelas, relatos y ensayos, como Tokio Blues. Norwegian Wood, Sputnik mi amor, Kafka en la orilla, De qué hablo cuando hablo de correr o la trilogía 1Q84.
En su nuevo libro, Murakami nos ofrece una antología de ideas marcadas por un breve desarrollo y por su sello inconfundible. Un compendio de cuentos en el que podemos reconocer a su artífice casi en cada palabra. Todo es murakamiano en El elefante desaparece. Veamos algunos ejemplos: Un gato ha desaparecido y su indiferente dueño comienza a buscarlo en un callejón cerrado en sus dos extremos que comunica las partes traseras de un conjunto de casas. Este callejón, ignorado por casi todos los vecinos, es un inquietante pasadizo desde el cual se pueden observar las vidas de los otros desde una perspectiva distinta, de la misma manera que los deslunados y los patios interiores de las fincas muestran una realidad bien distinta a las fachadas. Otros colores, otros olores. Todo cambia al cambiar la perspectiva.
Otro caso: una hambrienta pareja de recién casados sueña con llevarse algo a la boca pero en la nevera no hay más que unos pocos ingredientes que no se dejan combinar. De pronto, él le confiesa a ella un crimen de su juventud, que tuvo como consecuencia, según concluyen, una extraña maldición que solo podrá romperse repitiendo el crimen. Pese a la inspiración, no consiguen reproducir las condiciones del primero y todo deriva hacia un imprevisto asalto a una sucursal de una conocida cadena de hamburguesas.
Uno más: una mujer descubre un día que ya no necesita dormir. No se trata de insomnio, un mal que ya ha padecido y conoce. Esta vez simplemente su organismo ha dejado de requerir el descanso de las horas de sueño. Esta revelación, esta nueva facultad, la reconecta con su yo, que disfruta leyendo Ana Karenina tres veces seguidas, comiendo una tableta de chocolate tras otra, y nadando en la piscina. No dormir la llena de vida, le da alas aunque sean de robot y la vuelve incluso más joven. Sin embargo, algo en el fondo de su ser entiende que permanecer en vela veinte días no puede ser demasiado sano. ¿Acudir a un médico y tal vez no poder aprovechar nunca más su recién adquirido superpoder, o mantenerlo todo en secreto y gozar de su libertad de humano sin ataduras oníricas dure lo que dure?
Gatos, sueños, el hecho de dormir, hamburguesas, personajes que escuchan música clásica en cualquier tipo de situación, cartas, el hambre, pérdidas, desapariciones inexplicables. Seguro que al lector acostumbrado a los códigos de Murakami todo esto le suena. Este eco que viaja de libro en libro no es algo malo per se, pero conlleva el riesgo de que la fórmula se agote tarde o temprano. Bien es cierto que en El elefante desaparece, también encontramos otros cuentos que se salen de la norma -no es que sean absolutamente innovadores en la bibliografía de Murakami, ni falta que hace-, como “Un barco lento a China”, uno de los mejores relatos de la antología. Aquí Murakami se hace un poco menos murakamiano y nos deja ver una faceta de su talento como escritor menos redundante y más honesta.
Tal vez la cuestión sea esa, si bien en la literatura, que es al fin y al cabo una tradición que se renueva, la originalidad no sea por sí misma una virtud que deba tener un texto, sí que se agradece que de vez en cuando el elefante desaparezca y en su lugar se nos regale, por ejemplo, este agradable paseo en barco por una memoria que puede ser real o no serlo >>.
¡A seguir derechita a mi objetivo del año Murakami! Me lanzo de cabeza a 'After dark'
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