Guayafanta (mujer
grande en lenguaje auarita)
En la isla de La Palma, por la
segunda mitad del S. XV, vivió una heroína de guerra, olvidada impunemente por
sus paisanos/as.
Guayafanta, cuyo nombre significa
Mujer Grande en auarita (de los indígenas de La Palma), pertenecía al cantón de
Aridane, gobernado por Mayantigo (que en lengua indígena canaria significaba
«pedazo de cielo», siendo ésta una expresión cariñosa entre los nativos
canarios). Mayantigo se lanzó a pelear contra los cristianos castellanos a base
de pedradas y palos afilados a modo de lanza. Fue célebre su gesta, pues
consiguió fácilmente derribarlos en la primera incursión en la isla. Su esposa,
Guayafanta, no se quedaba atrás en osadía y se unió a su marido en la lucha
atroz por defender a su familia, su gente y su tierra del invasor.
Desde la primera incursión en la
isla (que los aborígenes palmeros/as llamaban «Benahoare») en 1448 hasta el
último desembarco de tropas, que puso fin a la conquista en 1492, se sucedieron
44 largos años de luchas encarnizadas entre aborígenes y españoles. Tiempo
bastante largo teniendo en cuenta lo pequeña que es la isla de La Palma y el
reducido número de aborígenes en relación con los ejércitos españoles imperialistas
que arribaban sin fin a las costas palmeras. Evidencia de la gallardía de los
auaritas.
Entre los indígenas canarios no
se hacía distinción entre hombres y mujeres en ningún sector de la vida, ambos
sexos eran libres por igual y por ende participaban en igualdad de condiciones en
la comunidad en la que habitaban. Por ello, las mujeres también eran instruidas
en la lucha para defender al ganado de los enemigos y para defender las tierras
de cada cantón en la isla palmera (menceyato en el caso de la isla de Tenerife).
Herencia de las tribus amazigh (cuya palabra ya de por sí significa hombres y
mujeres libres) y motivo, según las crónicas históricas, por las que estas
tribus fueron desterradas del continente africano y lanzadas a su suerte al
mar, como castigo por su actitud liberal (alababan a la Naturaleza, no hacían
distinciones entre personas por razón de su sexo y se trataban por igual, se
unían en uniones libres y las mujeres podían separarse y unirse a otro hombre en
relación sentimental si así lo deseaban). Comportamientos liberales a los ojos
de otras religiones sectáreas que comenzaban a cebarse en África.
Las mujeres awaras (o
benahoaritas) tenían un marcado carácter luchador y un físico fuerte y curtido,
causa directa de la dureza del terreno y los escarpados territorios de las islas.
El buen tamaño y la potencia física hacían que la mujer indígena palmera
estuviera presente en todas las batallas que se libraban en las tierras de
Benahoare.
En la lucha final contra la
familia de Guayafanta, tuvieron que ser varios hombres los que fueran a por
ella. Lucharon cuerpo a cuerpo contra ella, ésta al verse ya en serio peligro,
optó por abrazarse a uno de los hombres para tirarse junto a él desde lo alto
de un precipicio. Ella moriría, pero se llevaría por delante a un invasor.
Los españoles, llenos de ira
porque una sola mujer les hubiera hecho pasar tan mal trago, cortaron las
robustas piernas del cadáver de Guayafanta. Sin embargo, su gesta pasó a los anales
de la historia. Pienso que ya va siendo hora de que se conozca y honre su
memoria. Y que sea tratada como lo que fue: una heroína de guerra.
Ana Nayra Gorrín Navarro. 27/10/2023.
Tenerife.
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