Tantas veces damos por hecho que conocemos
a alguien, pero solamente los años y el devenir del tiempo pueden acercarte a
la esencia de una persona.
Es más… ¿puedes decir que te conoces a ti mismo/a? Yo,
con 44 años, descubrí no hace mucho (en realidad el año pasado) rasgos de mi
personalidad que desconocía y que, de repente, me hicieron entender mis
decisiones a lo largo de toda mi vida. Tuve que acudir a una terapia con una
psicóloga para saber que soy PAS (persona altamente sensible).
Conocerse a sí mismo es vital
para saber cuáles son los límites que no has de pasar ni hacer pasar a los demás.
No tengas miedo de acudir a un/a psicólogo/a si en algún momento de tu vida lo
precisas, ¡te ayudará tanto a seguir por el buen camino! Hay mucho tabú con el
tema de solicitar asistencia psicológica, pero muchas veces puede ser el punto de
inflexión necesario en tu existencia para que todo continúe fluyendo y
encajando como debe.
Tener la mirada objetiva e
imparcial de alguien que analice, desde el punto de vista científico, todo lo
que sientes y las emociones que te contienen, pienso que no está pagado con
dinero. Te ayuda a tomar mejores y más sanas decisiones.
Dejemos para la literatura y el
cine los amores perfectos y los flechazos a primera vista que acaban siempre bien.
En la vida real no hay mucha probabilidad de que ocurran. Las parejas que realmente
llegan a construir algo juntos y a perdurarlo en el tiempo son quienes se acercan
el uno al otro/la una al otro desde el más absoluto respeto, sin dar nada por
hecho, sin juzgar nada del pasado del otro/a. Como cuando entras en una catedral
preciosa y lo único que haces es recorrerla paso a paso sin alterar nada dentro
de ella. Cada ser humano es por dentro esa catedral bella, llena de claroscuros
y de tesoros y enigmas ocultos de otros tiempos que descifrar. Lo que has
vivido en el pasado poco importa, fueron tus experiencias. Y éstas no tienen
por qué ser aplicables a esta nueva persona que hoy se te perfila ante el
horizonte como una oportunidad de amar sin condiciones, sin egos, sin desconfianzas
y sin permitir que todo lo negativo de otras relaciones pasadas penetre en tu
yo del presente.
También hace poco descubrí el
verdadero significado de compartir intimidad con alguien. No es desnudarse y
entregarse al sexo junto a esa persona. ¡Es algo aún más profundo! Compartir
intimidad con alguien es poder ser tú mismo/a sin miedo a ser juzgado/a y/o
abandonado/a por ello, es sentirse identificado/a en el/la otro/a.
En el cuerpo femenino hay algo
muy representativo de esto, pues en la mayoría de mujeres se da la
imposibilidad de llegar al orgasmo femenino si no ha existido una intimidad
mental y espiritual muy fuerte previa a la de los cuerpos: el orgasmo del alma
que ha de ser previo al del cuerpo para que este último sea apoteósico o,
simplemente, sea.
Las relaciones humanas son
complejas e, incluso a veces, nos cuesta entendernos a nosotros/as mismos/as con
lo que sentimos y pensamos, pero la vida es demasiado bella y bien merece ser
vivida en todas sus facetas, agarrándote a ella y trazando el objetivo de crecimiento
personal espiritual que antaño perfilaran los guanches en su filosofía de vida:
el Drisus. Que no es otra cosa que ser mejor persona año tras año, más sabio/a,
más bueno/a y más útil a la comunidad en la que vives (no olvidemos que
ellos/ellas vivían en comunas y trabajaban juntos/as por el bien de todos/as). Que
tu vida sea un bonito legado a quienes vienen detrás de ti.
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