Anoche, a las tres de la madrugada, acabé de leerme la última novela de Murakami.
El libro está dividido en tres partes. El protagonista, cuyo nombre desconocemos, tiene como profesión definitiva ser lector de sueños en una biblioteca (cada libro es un sueño). Él llega a esta profesión por vocación, después de haber dimitido de un trabajo anterior en una agencia literaria que no le satisfacía, aunque ganaba muy bien.
Destacamos todos los tópicos de
las novelas de Murakami: no sabemos el nombre del protagonista, utiliza el
realismo mágico, la lentitud narrativa, la realidad completa y poliédrica, el
uso repetitivo del adjetivo deslavazado/a, varias historias paralelas y vidas
narradas en una sola novela y evocaciones continuas a otras de sus novelas.
Convergen tres mundos en la
novela, el extramuros, el de la ciudad amurallada habitado por unicornios que
al llegar las gélidas temperaturas (¿una metáfora del desamor y odio humanos
que están esquilmando al mundo actual?), mueren. Y el mundo de las sombras que
pierden los ciudadanos de la ciudad y que van a parar a este otro mundo
paralelo.
Aparecen las glicinas como
sinónimo de bienestar de quien bajo su sombra se cobija. También se repite la
historia de los amantes que se conocen desde niños y, de repente, se pierden y
se buscan continuamente a lo largo de su vida. Reitera personajes y escenarios,
como dije antes, de otras novelas.
La chica a la que ama el
protagonista desapareció de repente cuando los dos tenían diecisiete años y
nunca más volvió a saber de ella. Algo que marca profundamente al protagonista,
quien dedica toda su vida, inconscientemente, a buscarla, recordarla, pensarla
a diario e imaginarla.
Usa también reiteradamente la
frase “con las estrellas titilando en el firmamento”, una frase con mucha
fuerza expresiva y sonoridad.
La segunda parte empieza en la
página 169. En ella se desarrolla el cambio de trabajo del protagonista y el
cambio de domicilio del distrito de Nakano a la zona que Murakami no revela y
denomina como Z ** .
Nos redescubre nuevamente el placer
de lo cotidiano y pequeño: disfrutar de un té, de cocinar, de sentarse a
escuchar el sonido de los pájaros o de la calle y sus transeúntes.
En esta segunta parte, el
misterio se acrecienta mucho en la figura del señor Koyasu, un espíritu que
sólo ven el protagonista y su compañera de trabajo en la biblioteca; Saeda. En esta parte, hay mucha carga narrativa dramática.
Aparece de nuevo la canción de
los Beatles, Yellow Submarine, en la figura de un joven con el nombre de esta
canción. Y de nuevo Murakami hace eco de su melomanía y consabido amor a la
música de Los Beatles, su grupo de música favorito.
Vemos la importancia del mundo onírico
y su interpretación en la realidad del protagonista.
También, hace un guiño a Gabriel
García Márquez en la página 500:
<< La literatura del
colombiano García Márquez rehuía las distinciones concluyentes entre vivos y
muertos, y ponía en duda la separación diáfana entre realidad o irrealidad o la
existencia de muros disociativos entre ambas. En mi humilde opinión, sin
embargo, esos muros quizás existan. Mejor dicho, estoy convencido de que
existen, pero son muros inciertos: tanto su rigidez como su forma son relativas
con respecto al lugar y a la persona, y, por tanto, los muros se alteran y modifican
como si de seres vivos se tratara.>>
Murakami, sigue empleando en esta
novela el recurso literario de dejar una escena o historia inconclusa, para
rescatarla muchos capítulos más adelante y destriparla y desarrollarla. Otro
recurso literario muy característico de sus últimas novelas y que son llamadas
a la atención constante del lector/ de la lectora.
A partir de la segunda parte, la
novela va creando un misterio que no se resuelve hasta las cien últimas
páginas, ya en la tercera parte de la misma. Aunque se pueda intuir, progresivamente.
En el epílogo, Murakami reconoce
que esta novela parte de un relato homónimo que publicó en la revista literaria
Bungaku-kai, en 1980. Admite que no quedó satisfecho con la calidad literaria
de aquel relato corto (por aquel entonces el autor regentaba un bar de copas y
de música jazz y no tenía tanto tiempo para escribir), por eso decidió retomar
el hilo de aquel relato corto y desarrollarlo, ahora sí con tiempo, hasta
convertirlo en la novela actual de casi seiscientas páginas.
Empezó a escribir esta novela en
los albores del 2020 y le llevó dos años escribirla (hasta diciembre de 2022,
según el epílogo). Su primera edición es de marzo de 2024 (aunque no llegó a las librerías hasta abril) y, por tanto, intuyo que estuvo todo
el 2023 revisando el manuscrito antes de entregarlo a la editorial.
En Los Gigantes, a domingo 19 de mayo de 2024.
Ana Naira Gorrín Navarro.
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